Dassault Mercure: fracasado proyecto casi europeo antes de Airbus

El Mercure 100 F-BTTF, con la antigua librea de Air Inter, preservado en el Conservatoire de l'Air et de l'Espace d'Aquitaine, en el aeropuerto Bordeaux Mérignac (Pierre-Clément Got / picavia.foxalpha.com)

El Mercure 100 F-BTTF, con la antigua librea de Air Inter, preservado en el Conservatoire de l’Air et de l’Espace d’Aquitaine, en el aeropuerto Bordeaux Mérignac (Pierre-Clément Got / picavia.foxalpha.com)

En un contexto actual de globalización, sinergias y convenios internacionales de colaboración, resulta inimaginable realizar grandes proyectos industriales o económicos en solitario. Las sociedades, pese a quien le pese, tienden a la agregación, y no a la atomización, como algún desinformado o interesado político desea. En la historia de la aviación se ha desarrollado la misma tendencia y hoy casi todos los constructores están agrupados en cuatro o cinco consorcios industriales, pues es la única forma de sobrevivir. En Europa, el gigantesco consorcio Airbus es el más importante ejemplo, ya que juntos, los fabricantes europeos han tenido forma de batallar con los grandes fabricantes norteamericanos (que se reducen en la actualidad a Boeing) en igualdad de condiciones. Sin embargo, hace medio siglo la industria aeronáutica era cuestión de orgullo nacional, y los proyectos venían aparejados a una única bandera. Francia era uno de los ejemplos más claros, y el Dassault Mercure la referencia de lo que suponía pelear casi en solitario por ofrecer un buen producto. Decimos «casi» porque este birreactor de pasajeros supuso uno de los primeros y tímidos acercamientos para iniciar un proyecto de colaboración industrial europea… Continue reading

El dolor que no cesa: la tragedia del vuelo AH5017

El MD-83 EC-LTV, estacionado en su rampa en el Adolfo Suárez/Barajas (fuente: David Tobarra/Airliners.net)

El MD-83 EC-LTV, estacionado en su rampa en el Adolfo Suárez/Barajas (fuente: David Tobarra/Airliners.net)

En estas últimas semanas el mundo de la aviación continúa en primer plano de la actualidad. Parece que los accidentes de aviación en el mes de julio se ha convertido en un fenómeno viral. Así, persiste el debate sobre la responsabilidad del accidente del Boeing 777 de Malaysia Airlines, donde la información sobre las pistas encontradas es todavía sesgada, contradictoria e incompleta, mientras el gobierno ruso y el ucraniano se llenan de invectivas y se jactan de la inacción del otro, mientras el gobierno norteamericano empieza a plantear si los rusos han roto el tratado firmado entre Gorbachov y Reagan sobre la limitación de los misiles de corto y medio alcance hace casi treinta años, pero sobre todo mientras los cadáveres de casi trescientos inocentes se descomponían al sol, para vergüenza de unos y de otros cuando leemos, el pasado 23 de julio, que un turbohélice ATR-72-500 de TransAsia Airways, matrícula B-22810 y código  de vuelo GE222 se había estrellado, al intentar aterrizar por segunda vez en la Isla de Penghu (llamada también Pescadores), al oeste de Taiwán, y en medio de una fuerte tormenta, teniendo el trágico balance de 48 fallecidos.

Pero por si fuera poco, al día siguiente, un McDonnell Douglas MD-83 de la compañía aérea española Swiftair, matrícula EC-LTV (número de fabricación 53190/2148) pero fletado por la compañía argelina Air Algérie desaparecía en la inmensidad del Sahel. Con código de vuelo AH5017, el avión  despegó a la hora prevista, las 1.17 horas GMT del aeropuerto de Uagadugú Burkina Faso), con 110 pasajeros y seis tripulantes a bordo, y con destino a Argel. La cruel realidad se hacía evidente horas después. Fuentes autorizadas del gobierno de Burkina Faso y también de Malí indicaban que habían encontrado los restos de la aeronave en un área dispersa  cercana a la frontera entre Malí y el país mencionado. Posteriormente, el gobierno francés confirmaba que el accidente había sido devastador y que no hubo supervivientes… Continue reading