Es algo muy real el hecho de que la política crea extraños compañeros de cama, un hecho cierto y fácilmente demostrable, sea la época que sea. Actualmente lo estamos padeciendo demasiado a menudo, y verdaderamente da mucho que pensar sobre la utilidad de ciertas cosas (como probablemente nuestro voto); básicamente, podemos hacernos a la idea de si los ciudadanos somos simples peones de un juego de mesa en el que se dirimen cuitas personales entre la frivolidad del auditorio y sin valorar sus consecuencias. Mirando hacia atrás, parece que no hemos aprendido nada de nada. Pero en fin, posiblemente esas consecuencias las tengan que pagar los que vengan detrás…
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Y aunque estas cosas son comunes en los sistemas democráticos, de palabra o de facto, si los protagonistas son dos estados totalitarios, las propias condiciones de los mismos hacen que sea más difícil encontrar un ejemplo. Probablemente el más extraño y antinatural fue el Tratado de No Agresión Mutua que firmaron la Alemania de Hitler y la Unión Soviética de Stalin, en Moscú, el 23 de agosto de 1939. Un pacto, también llamado Pacto Ribbentrop-Mólotov por los dos ministros de Asuntos Exteriores que lo firmaron, y que dejó estupefactas a todas las esferas políticas de mundo.
Y no solo a esas esferas. Porque, a raíz de aquel antinatural tratado, los jerarcas nazis permitieron a los técnicos soviéticos conocer sus más soberbios proyectos tecnológicos. Quizá uno de los más sorprendentes casos de esta incomprensible estrategia de transferencia tecnológica es la que afectó al desarrollo de uno de los más prometedores, soberbios, y a la vez desconocidos proyectos aeronáuticos alemanes: el del caza de alta velocidad Heinkel He 100.
La Tragedia de Lastras: El Accidente Aéreo del Savoia SM.81
En la actualidad, las corrientes de la Historiografía abogan por el desarrollo de la llamada Microhistoria o Historia Local. Frente a los grandes compendios o síntesis existe una forma diferente (y complementaria), para comprender mejor nuestro pasado. Sin duda, es lo que definimos como el estudio integral de una sociedad concreta. Ante todo, y sobre todo, la Historia ha de mostrar al hombre en su extensión más cercana, ya que ello le permite fomentar una conciencia de autoestima muy difícil de valorar de otro modo. Así se puede valorar mejor tu pasado para aplicarlo al presente, y como no, al futuro de una comunidad, pudiendo tener un mejor sentido de conciencia cívica, que es de lo que se trata.
Con el desarrollo exponencial del acceso a Internet y el activo uso del mismo para su aplicación en las Redes Sociales, pueden aplicarse estos conceptos del estudio de nuestro pasado de una forma más accesible para el gran (o pequeño) público, facilitando el reconocimiento de nuestra región, nuestra ciudad o nuestro pueblo, ya que solo necesitamos una buena conexión y un motor de búsqueda. Hay muchos y buenos ejemplos de internautas y bloggers que se esfuerzan, con los recursos disponibles, en recordar sus historias locales, con el fin primario de compartirlas, pero, al mismo tiempo, de preservarlas para que no queden en el olvido.