Aterrizaje del Solar Impulse 2 en Sevilla: Otro hito de la Historia de la Aviación

El Solar Impulse 2 en su aproximación final a la pista de San Pablo (Reuters/El Confidencial)

El Solar Impulse 2 en su aproximación final a la pista de San Pablo (Reuters/El Confidencial)

Cuando el pasado 23 de junio tomaba tierra el gigantesco Solar Impulse 2 en el Aeropuerto de Sevilla, las principales ideas de la noticia eran relativas a la interesante y positiva iniciativa de sus promotores de demostrar al mundo que la tecnología no tienen por qué estar reñida con el crecimiento sostenible y la preocupación y respeto al Medio Ambiente. No me extraña, ya que es indudable que la demostración de que una aeronave, solamente alimentada por la energía del sol, sea capaz de dar la vuelta al mundo resulta todo un hito en la historia de la aviación mundial.

Es ahora, cuando en la pasada madrugada, a las 06.18 horas, el extraño aeroplano despegaba de San Pablo, tras esperar pacientemente las mejores condiciones meteorológicas, así como el fin de la Fiesta Musulmana del Ramadán, para poder cruzar el Mediterráneo y aterrizar sin problema en El Cairo, reflexiono brevemente ante lo que este vuelo supone. Y no solo lo que supone en sí. No puedo aportar apenas nada nuevo en lo que todo el mundo asume, que es que se puede así demostrar al mundo que las energías renovables, bien utilizadas, y respaldadas por la confianza de los gobiernos, son capaces de lograr cosas imposibles de imaginar hace unos años.

No es el Solar Impulse 2 un avión con un futuro comercial, ni pretende serlo. Aún no hay tecnología capaz de transportar pasajeros en condiciones similares a las de una nave convencional. Es más bien una forma de enviar un mensaje a la sociedad, de que un buen futuro es también posible. Pero, no solo es esto. El ánimo de Bertrand Piccard y André Borschberg, creadores y gestores de este proyecto, tanto en tierra como en el aire, es el mismo que el de los otros pioneros de la aviación. Los mismos que hace décadas convirtieron a unas peligrosas máquinas en un instrumento para acercar a las personas y hacernos la vida más sencilla. Una aventura que se convirtió en el dominio de quizá uno de los anhelos más antiguos de la inhumanidad: conquistar el aire.

Flanqueado por los C.101 de la Patrulla Águila, el Solar Impulse 2 sobrevuela San Pablo (www.sevillaactualidad.com/)

Flanqueado por los C.101 de la Patrulla Águila, el Solar Impulse 2 sobrevuela San Pablo (www.sevillaactualidad.com/)

Allí están en ese Olimpo aéreo los que hicieron de Inglaterra dejara de ser una isla, como Louis Blériot en su frágil Blériot XI, allá por 1909, o los que unieron continentes desafiando los límites de la tecnología de aquella época, como Lindbergh en su minúsculo Spirit of St. Louis, Costes y Bellonte con el Point D´Interrogation y Amelia Earhart tratando de dar la vuelta al mundo en un Lockheed Electra. Y allí están los que perdieron ese desafío, como la propia Amelia, o los infortunados Nungesser y Colí, desaparecidos con su Oiseau Blanc, casi a la vez que Lindbergh entraba en la historia de la humanidad por derecho propio. Éxitos y fracasos que nunca cayeron en saco roto. Más y más alto…

Y la ciudad de Sevilla, hoy como entonces, fue testigo de muchos de los hitos aeronáuticos de la época. Desde aquí , y en la vieja Dehesa de Tablada despegaron el Jesús del Gran Poder de Jiménez e Iglesias y el Cuatro Vientos de Barberán y Collar, vuelos épicos que en lo referente a la aeronáutica, España aun era capaz de sumar con orgullo a la historia y al progreso. Como ha sucedido con el Solar Impulse 2, quizá ellos solo sospecharan lo que estaban consiguiendo, pero realmente entraron en la historia. Y esta vez, pudimos ser privilegiados testigos…

Tablada 1910: Más de un siglo como testigo de la aviación española en Sevilla

Jan Jan Olieslagers volando con su Bleriot XI en Tablada mientras es aclamado entre el gentío (Archivo Juan Antonio Guerrero Misa)

Jan Olieslagers volando con su Bleriot XI en Tablada mientras es aclamado entre el gentío (Archivo Juan Antonio Guerrero Misa)

Ahora que en estos días de celebración religiosa, de mezcla de fiesta de los sentidos y pura devoción cristiana, en cantidades variables según cada uno, y que no es ni más ni menos que la Semana Santa de Sevilla, se mira tanto al cielo, sea para pedir favores y ayuda, solicitar consuelo o dar gracias por lo recibido, a las imágenes de las cofradías que hacen su Estación de Penitencia a la Catedral, no estaría de más recordar una importantísima efeméride producida en los cielos de esta ciudad de la que el pasado 28 de marzo se cumplieron 105 años. Siglo y lustro del primer vuelo efectuado en Sevilla (y en toda Andalucía) en la que años más tarde se convertirá en base aérea de Tablada. Continue reading

Aterrizar en un barco: Eugene Ely y su Curtiss Pusher en el primer apontaje de la historia

Eugene Ely y su Curtiss entran en la historia aterrizando en la cubierta del crucero norteamericano USS Pennsylvania

Eugene Ely y su Curtiss entran en la historia aterrizando en la cubierta del crucero norteamericano USS Pennsylvania, en la bahía de San Francisco

Seguramente ninguno de los protagonistas de la hazaña se dio cuenta en aquel momento de que iban a revolucionar no solo la historia de la aviación, sino también las reglas del juego de la Guerra en el Mar y casi, de los conflictos venideros. El pasado 18 de enero se cumplieron 114 años del primer aterrizaje de un avión en un buque. Lo que surgió de una aventura, un reto, y una demostración de la valía de aquellas frágiles máquinas de madera y tela, diseñadas y pilotadas por valientes y entusiastas pioneros de la aviación, pasó a abrir un nuevo campo en la ingeniería naval, y en menos de una década después, empezaban a surgir en las mejores marinas del mundo la nave que se convirtió en capital del poder naval: el portaaviones.

Un día como aquel pero del ya lejano 1911, el joven piloto Eugene Burton Ely subió a la rudimentaria cabina de su frágil Curtiss Model D (o Curtiss Pusher), un biplano con hélice impulsora y 40 hp de potencia en el Hipódromo de Tanforan, adaptado como improvisado aeródromo y situado en la península de San Francisco, en California. En la toldilla del crucero acorazado USS Pennsylvania (ACR-4), anclado en la bahía, se había dispuesto una plataforma de 30 metros de longitud y 10 de ancho, atravesada de banda a banda por 22 tensores sujetos por sacos de arena. Ely había dispuesto tres ganchos en el tren de aterrizaje triciclo de su avión, con el fin de ir enganchándose a los tensores y detener el Curtiss al final de la plataforma. Por último, en caso de que todo fallara, se había dispuesto un grueso toldo para frenar. El Pusher despegó y se aproximó por la popa al crucero, con una velocidad de aproximación de sesenta kilómetros por hora, algo por encima de lo calculado debido al viento de cola. Ely vira y corta los gases. El biplano tocó en la plataforma y enganchó en el duodécimo retén, quedando detenido completamente 25 metros después. ¡Era la primera vez que un avión aterrizaba en un barco!

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