La espectacular campaña de Polonia, en la que el ejército alemán aplastó a las tropas polacas en poco más de un mes, era la primera y terrible lección práctica que el mundo iba a recibir, sin anestesia, de lo que suponían los postulados de la Guerra relámpago o Blitzkrieg. Dentro de ella, la aviación ocuparía un papel fundamental y la Luftwaffe ganó la superioridad aérea en los cielos polacos con una combinación de tecnología superior y diferencia numérica. Pero para ello tuvieron primero que aplastar a la pequeña aunque valiente Fuerza Aérea polaca…
Cuando a las 04.00 horas del 1 de septiembre de 1939, el viejo acorazado escuela alemán Schleswig-Holstein zarpó de Danzig y abrió fuego contra la vecina estación de tránsito polaca de Westerplatte, iniciando la invasión de Polonia, y con ello la Segunda Guerra Mundial, pocos observadores podrían imaginar un desenlace diferente a una aplastante victoria alemana. Se enfrentaba el recién modernizado ejército de la mayor potencia industrial europea al más reducido de su empobrecido vecino oriental. Además, las fuerzas armadas alemanas estaban muy por encima de las polacas no solo cuantitativamente, sino también en términos de calidad. Presupuestos militares de la Wehrmacht que eran treinta veces superiores a los del ejército polaco eran un factor demasiado importante para no decantar la balanza. Estas diferencias eran aún más notorias en las armas más técnicas, como la armada o, principalmente, la fuerza aérea.
Precisamente uno de los factores más importantes para el cumplimiento de los postulados de la Blitzkrieg era la estrecha cooperación del ejército y la aviación en el campo de batalla. La aviación añadía una tercera dimensión al campo de batalla enemigo. Para ello, la Luftwaffe tendría que eliminar toda oposición aérea y a continuación el proporcionar apoyo aéreo a las tropas terrestres durante su avance por territorio enemigo. Se comprende, por tanto, que los alemanes hubieran reunido una fuerza de casi 1.600 aviones de combate para la campaña, concentrados en gran parte en las Luftlotten I y Luftlotten IV y compuestos por más de 400 cazas Messerschmitt Bf 109C / Bf109E y Messerschmitt Bf 110, 300 bombarderos en picado Junkers Ju 87 Stuka y 800 bombarderos Heinkel He 111, Dornier Do 17, Junkers 86 y Junkers Ju 88, así como aviones de cooperación, observación y apoyo. No nos explayaremos demasiado en hablar de todos estos magníficos aviones, indicando simplemente que la inmensa mayoría de los mismos eran nuevos y representaban el mejor desarrollo de la tecnología aeronáutica europea de la época.
Mientras tanto, los polacos, aunque tenían a priori una potencia nominal de 1.900 aparatos, solo podían enfrentar a los alemanes 400 aviones de primera línea, ya que el resto eran entrenadores o demasiado obsoletos como para ni siquiera plantear combatir con ellos. Decimos demasiado porque esos 400 aviones no eran, en 1939, tecnología moderna, con excepción de los bombarderos medios PZL P.37 Łoś que estaban entrando en servicio. De aquel excepcional bimotor solo se disponía de 36 ejemplares. A él se le añadían 114 bombarderos ligeros PZL P.23 Karaś. Restando cifras, la fuerza de cazas de primera línea disponible la componían 128 PZL P.11c, así como un puñado (30 aparatos) de los aún más obsoletos PZL P.7a. Pero unos años antes, la situación era bien distinta…
Una prometedora Fuerza Aérea en Polonia
En 1928, se fundó la PZL (Państwowe Zakłady Lotnicze o Factoría Aeronáutica Nacional) como empresa estatal de fabricación de aviones de diseño eminentemente polaco y cuyo proyectista jefe era el excepcional Zygmunt Puławski, un prometedor ingeniero de Lublin con una gran capacidad y recursos. A partir de su primer modelo, el monoplano de ala alta P.1 de 1929, Puławski diseñó un nuevo perfil de ala de gaviota (llamada ala Puławski), que otorgaba al piloto una gran visibilidad, algo realmente fundamental, ya que junto a la maniobrabilidad eran los factores que definían un buen aeroplano de combate, factores éstos procedentes de la Gran Guerra. Verdaderamente se trataba de un aeroplano muy moderno para su época, y sobre este primer diseño se construyeron modelos posteriores como el PZL P.6 y definitivamente el PZL P.7a, también monoplano de ala alta, completamente metálico (fue el primer caza del mundo completamente metálico), con tren fijo y cabina abierta y propulsado por motores radiales británicos Bristol Júpiter construidos bajo licencia en Polonia. Se fabricaron 150 unidades y con él se reequipó convenientemente a la joven fuerza aérea polaca. El sucesor natural del P.7 era el P.11, con motor más potente y mejores prestaciones, aunque en modo alguno suponía una revolución radical sobre el modelo anterior. Sin embargo, Puławski falleció en un accidente aéreo en marzo de 1931 probando un prototipo y el desarrollo del modelo pasó a Wsiewołod Jakimiuk. El primer P.11 voló en agosto de 1931, propulsado por un Bristol Mercury IV.A de 530 cv, aunque distintos modelos de preproducción y del modelo en serie P.11a (que voló por primera vez en 1933) llevaron el Skoda-Mercury IV.S2. La serie 11b montaba el Gnome-Rhône 9K Mistral de 500 cv y fue exportado a Rumanía, denominándose allí IAR P.11f. El modelo definitivo y más importante de producción fue el PZL P.11c, que empezó su fabricación en 1934 y al que, para mejorar la visibilidad del piloto, se elevó su asiento y se bajó el motor. Las alas y la cola fueron rediseñadas y se previó dotarlos de dos ametralladoras adicionales en las alas y equipo de radio, aunque solo una tercera parte de los aviones fabricados realmente lo llevaron. Las últimas versiones de exportación se denominaron P.24, con motores Gnome-Rhône 14N de hasta 970 Hp, hélices tripala, trenes carenados y armamento más pesado.
En definitiva, se trataba de un avión muy moderno para aquel momento, con unas sensacionales prestaciones y una potencia de fuego importante. Pensemos que a principios de los 30 las fuerzas aéreas europeas aún seguían confiando en los aviones biplanos. Pero en aquellos años la evolución de la aeronáutica era tan vertiginosa que los PZL se quedaron obsoletos en poco tiempo y Polonia no estaba en condiciones económicas para renovar su flota a ese vertiginoso ritmo que la tecnología demandaba. Existía un prototipo para un nuevo caza, de tren retráctil y cabina cerrada, propulsado por un Bristol Mercury VIII, el PZL.50 Jastrząb, pero aún no había pasado la fase de desarrollo y de hecho, aquella única unidad fue destruida en un aterrizaje de emergencia durante la campaña.
Algo similar sucedía a las escuadrillas de bombardeo. El PZL P.23 Karaś (Carpa) era un bombardero muy moderno cuando fue diseñado a principios de los treinta, con una revolucionaria forma de construcción en capas de madera de balsa y aleación ligera y que cumplía perfectamente con los dictámenes de las guerras que los polacos habían librado en la anterior década. Con su carga de bombas externa de casi setecientos kilos, este monoplano triplaza era un buen avión de cooperación, del que se fabricaron 250 unidades entre las versiones A y B, ésta con motor más potente. Pero en 1939 era demasiado lento y estaba demasiado pobremente armado para poder sobrevivir ante los modernos depredadores alemanes. Además, y a diferencia de los Ju 87, los Karaś no podían bombardear en picado, sino a baja cota y nivelados, lo que supuso para los antiaéreos alemanes un verdadero festín.
Estaba previsto que este modelo fuera sustituido por un nuevo modelo, el PZL.46 Sum, un monoplano de doble cola con tren fijo aún, aunque con prestaciones muy mejoradas respecto a los Karaś, pero tan solo habían volado dos prototipos del avión cuando las divisiones panzer de von Rundstedt y von Bock se echaron encima de los polacos.
Como dijimos antes, el mejor avión de que disponían los polacos era el bombardero medio PZL P.37 Łoś (Alce), un aerodinámico y capaz bimotor de excelentes prestaciones, diseñado por el equipo del ingeniero Jerry Dabrowsky y que efectuó su primer vuelo en 1936. A la versión inicial Łoś A, le siguió la B, con mejoras en la cabina, tren de aterrizaje robustecido y plantas motrices Bristol Pegasus XX más potentes. Con un porvenir comercial muy prometedor (no en vano, países como Rumanía, Yugoslavia, Bulgaria y Turquía efectuaron pedidos por el avión, y tan solo la guerra impidió que esos encargos se materializaran), fue capaz de equipar, en el ejército polaco, tan solo a cuatro escuadrones de nueve aviones cada uno, cuyas principales misiones fueron las de interceptar las líneas de suministro enemigas.
Junto a estos aviones que pudiéramos considerar como «capitales», los polacos podían alinear menos de noventa aviones de observación RWD 14 Czapla y venerables Lublin R-XIII, así como un centenar de aviones ligeros de enlace RWD 8 y transportes trimotores Fokker F.VIII. Francia y Gran Bretaña acordaron enviar aviones más modernos para compensar en parte estas diferencias (Hawker Hurricane y Morane Saulnier MS.406 principalmente), pero ninguno había sido enviado al empezar la campaña. Por último, indicar someramente que la fuerza aérea polaca estaba dividida en dos componentes principales: la aviación estratégica (Lotnicwo Dyspozycyne), con la Brigada de Bombardeo (P.37 y P.23) y la Brigada de Persecución (P.11 y P.7), y la aviación del ejército (Lotnicwo Armijne) consistente en varios escuadrones de cazas P.11, de exploración (P.23) y observación y enlace (RWD 14/RWD 8)
Así que aquellos cuatrocientos aviones eran los que habían de enfrentarse a la joven y agresiva Luftwaffe. No solo la diferencia numérica y la obsolescencia pesó demasiado en su contra. También la falta de modernas comunicaciones y de una logística adecuadas fueron definitivas. Sin embargo, los aviadores polacos pelearon mucho y bien el tiempo que sus monturas se lo permitieron…
Las operaciones aéreas
Aunque se repite una y otra vez el mito de que la fuerza aérea polaca fue destruida en tierra el 1 de septiembre de 1939, lo cierto es que los aviones habían sido dispersados a aeródromos improvisados. Sin embargo, ello dificultó las operaciones a los polacos, ya que mermaba la asistencia técnica, el suministro de combustible y las tácticas. Empero, la Luftwaffe encontró una seria resistencia sobre los cielos de Varsovia por parte de los cazas P.11c de la Brigada de Persecución, siendo éstos capaces de derribar 42 aviones alemanes en los seis primeros días, a cambio de perder 38 de sus 54 cazas. Consecuencia lógica fue su retirada ante tal desgaste. En total, de los 265 aviones germanos derribados durante la campaña, 126 cayeron abatidos por los obsoletos P.11c, a pesar de solo ir armados con solo dos ametralladoras y carecer de radio en su mayoría. Las pérdidas propias sumaron 114. Una cifra que determinaba la aniquilación de la aviación polaca como fuerza coherente.
Las Brigadas de Bombardeo aun tuvieron peores resultados. A pesar del arrojo y tenacidad de sus pilotos, los lentos Karaś fueron masacrados en el aire, y en cuanto a los Łoś, empezaron a operar el 3 de septiembre y para el día siguiente los antiaéreos alemanes habían dado cuenta de diez de ellos, a cambio de infligir insignificantes daños. Este terrible desgaste en los primeros días dio a la Luftwaffe un absoluto dominio aéreo, pudiendo a partir de ese momento dedicar sus esfuerzos a la cooperación con la Wehrmacht. Cualquier movimiento de las tropas polacas observado desde el aire sufría los ataques sistemáticos de la Luftwaffe, y carreteras y ferrocarriles eran atacados continuadamente en la retaguardia, impidiendo los movimientos de tropas. Finalmente, para agilizar la rendición definitiva y quebrantar la moral de la población civil, Varsovia, completamente desprovista de cobertura aérea, fue duramente bombardeada el 25 de septiembre.
De cualquier modo, cuando el diez de septiembre los soviéticos decidieron unirse a la merienda e invadieron Polonia por el este, en virtud de aquel pacto contra natura firmado entre alemanes y soviéticos en agosto de 1939 y llamado Ribbentrop-Molotov, que suponía un matrimonio de conveniencia entre ambos y que en la práctica permitía a ambos países repartirse Polonia sin la más mínima queja por parte de sus demócratas aliados, las fuerzas aéreas polacas estaban al límite del colapso. Un puñado de aviones había sido evacuado a Rumanía (algunos sirvieron con las armas rumanas contra los rusos) porque era cuestión de tiempo. Tras ser entregada al fuego de las bombas alemanas, se rindió Varsovia y comenzaba para Polonia un nuevo calvario tras su completa derrota. Una ocupación alemana brutal hasta 1945 y una amarga posguerra bajo las botas rusas.
Para Alemania, la campaña de Polonia supuso una puesta a punto de su nuevo y moderno ejército y el engrase de sus unidades para el reto mucho más difícil que pronto se les avecinaba, hacia occidente, para vengarse de su antiguo enemigo francés. Los combates ofrecieron inestimables enseñanzas, permitieron probar el nuevo material y las nuevas y revolucionarias tácticas, descubriendo flaquezas que se subsanaran a posteriori. Y así se hizo. Pero los indolentes observadores franceses no hicieron nada para enfrentar aquella amenaza y menospreciaron las nuevas tácticas porque lo achacaron a la mala actuación del ejército polaco. Bien caro lo iban a pagar ambos meses más tarde…
Definitivamente, y visto lo visto, como en todo lo demás, los aviones polacos poco pudieron hacer para detener aquel temible rodillo de acero y fuego, que se les echó encima por ambos lados. Ni cualitativa ni cuantitativamente las fuerzas aéreas polacas eran rivales de la moderna máquina bélica surgida de las entrañas del Tercer Reich, aunque, como hemos podido ver, mordieron todo lo que les fue posible. Lógico era. Su país y sus vidas estaban siendo eliminadas cinco mil metros más abajo…Especificaciones PZL P.11c:
- Origen: Państwowe Zakłady Lotnicze (PZL)
- Planta motriz: Un motor radial de 9 cilindros en estrella PZL (licencia Bristol) Mercury VIS2, refrigerado por aire, de 645 hp al despegue.
- Dimensiones: Envergadura: 10,72 m. Longitud: 7,55 m. Altura: 2,85 m
- Pesos: Vacío: 1.145 kg. Máximo al despegue: 1.795 kg
- Prestaciones: Velocidad Máxima: 390 km/h. Régimen inicial de trepada: 800 m/min. Techo de servicio: 8.000 m. Alcance en crucero: 810 km
- Armamento: Dos ametralladoras KM Wz33 de 7,7 mm (con dotación de 500 cartuchos) en los costados del fuselaje y otras dos (dotación de 300 cartuchos) en las alas.
- Tripulación: 1
Especificaciones PZL P.23B Karaś:
- Origen: Państwowe Zakłady Lotnicze (PZL)
- Planta motriz: Un motor radial de 9 cilindros en estrella PZL (licencia Bristol) Pegasus VIII, refrigerado por aire, de 680 hp al despegue.
- Dimensiones: Envergadura: 13,95 m. Longitud: 9,68 m. Altura: 3,5 m
- Pesos: Vacío: 1.920 kg. Máximo al despegue: 3.520 kg
- Prestaciones: Velocidad Máxima: 350 km/h. Régimen inicial de trepada: 300 m/min. Techo de servicio: 7.500 m. Alcance con carga bélica estándar: 660 km
- Armamento: Una ametralladora Browning o KM Wz33 de 7,7 mm de tiro frontal, y dos similares en posición dorsal y ventral. Carga externa de bombas de hasta 700 kg.
- Tripulación: 3
Especificaciones PZL P.37-II Łoś B:
- Origen: Państwowe Zakłady Lotnicze (PZL)
- Planta motriz: Dos motores radiales de 9 cilindros en estrella PZL (licencia Bristol) Pegasus XX, refrigerados por aire, de 925 hp al despegue.
- Dimensiones: Envergadura: 17,90 m. Longitud: 12,90 m. Altura: 5,08 m
- Pesos: Vacío: 4.213 kg. Máximo al despegue: 8.880 kg
- Prestaciones: Velocidad Máxima: 440 km/h. Techo de servicio: 6.000 m. Alcance con carga bélica de 1.760 kg: 2.600 km
- Armamento: Tres ametralladoras KM Wz37 de 7,7 mm accionadas manualmente en posiciones de proa, dorsal y ventral. Carga interna máxima de bombas: 2.580 kg.
- Tripulación: 4
Bibliografía consultada:
VV.AA. (1986). Guía ilustrada de cazas y aviones de ataque aliados de la Segunda Guerra Mundial (I). Barcelona: Ediciones Orbis.
VV.AA. (1986). Guía ilustrada de bombarderos de la Segunda Guerra Mundial (II). Barcelona: Ediciones Orbis.
VVAA (1989). «Blitzkrieg», la guerra relámpago triunfa en Polonia. En: ABC. La II Guerra Mundial (2 vols.). Madrid: Prensa Española
Zaloga, S.J. (2002). Poland. The Birth of Blitzkrieg. Osprey Publishing Ltd.
Price, A. (1980). Luftwaffe. Madrid: San Martín.