27 de agosto de 1939. Un pequeño aeroplano despega del aeródromo de la factoría de Heinkel Flugzeugwerke AG en Rostock-Marienehe. Pilotado por el capitán de la Luftwaffe Erich Warsitz, el avión carece de hélice que lo impulse. ¿La razón? Se trata del primer avión propulsado por un turborreactor de la historia. Salió de la mesa de diseño de unos geniales ingenieros alemanes, Siegfried y Walter Günter, mellizos ellos, y fue financiado por el imperio aeronáutico de Ernst Heinkel.