Cuando el 11 de mayo de 1964 el gigante norteamericano Boeing comenzó las tareas de diseño de un nuevo avión para operar distancias cortas, estoy completamente seguro de que absolutamente nadie de sus directivos podría imaginar que aquel rechonchete birreactor iba a convertirse, cincuenta años después, en el reactor de pasajeros más vendido de la historia: el Boeing 737. Cualquier aeropuerto del mundo opera con este modelo y casi que se pueden contar con los dedos de una mano las personas que aún no ha viajado en él (quién no haya «disfrutado» de las atenciones de las lowcost, de origen irlandés incluidas, que tire la primera piedra).
Y es que cincuenta años son una barbaridad en un programa aeronáutico. La evolución de la tecnología, los cambios en las necesidades de las aerolíneas y de los pasajeros (que a fin de cuentas son los que pagan) hacen que un modelo se vuelva estructuralmente obsoleto tras, digamos, tres décadas de producción.
Por supuesto que el fabricante hace lo posible por mantenerlo competitivo, añadiendo motores mejorados, componentes más ligeros, aviónica más perfeccionada y además, un mejor precio de catálogo. Pero el 737, además de eso, sigue siendo un concepto nuevo. ¿Maravillas del marketing o tecnología evolutiva?
Por eso, este barril con alas merece un recuerdo en este rincón aeronáutico. Un fugaz recorrido por esos cincuenta años de historia por este éxito rotundo de la gran empresa de Seattle. Quizás el nuevo Boeing 737 MAX, aún en fase de desarrollo, no tenga nada que ver con el primer 737 que voló, pero, a la vez, es en esencia el mismo. Quizá ahí esté la clave. Continue reading