El acorazado Conte di Cavour, hundido en aguas poco profundas en Tarento. Tras ser alcanzado por un solo torpedo, fue reflotado y remolcado a Trieste para su reparación, pero jamás volvió a entrar en servicio.
El día de la infamia, tal como se bautizó al ataque japonés a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941 es conocido hasta casi el último detalle por el público aficionado a la Historia, pero también para el neófito. Literatura y Cine han recogido hasta la saciedad lo que sucedió, casi minuto a minuto, durante aquellas terribles horas en las que los Estados Unidos de América se vieron sacudidos por la Segunda Guerra Mundial, e inmediatamente metidos en ella. No está tan claro, ni es tan unánime, la comunidad histórica a la hora de completar el cuadro de responsabilidades, ya que siempre pesará el poso de las casualidades forzadas por aquel gobierno de Roosevelt acerca de establecer una causa justa que les permitiera galvanizar al norteamericano medio y hacerlo entrar, clamando venganza, en la guerra más terrible que el mundo ha visto. No estaba tan lejos aquella «intencionada» voladura del Maine en 1898, y bien que lo pagó la enferma España meses más tarde, incapaz de hacer entender al mundo de que aquello no había sido culpa suya. No sé si entienden lo que les digo…
Sin embargo, todo aquel ataque aéreo, llevado casi hasta la perfección por la eficaz Armada Japonesa, no era un plan original de los nipones, sino la copia y mejora de otro espectacular ataque aéreo, llevado a cabo por la Royal Navy británica un año antes y que, con un puñado de frágiles biplanos, dejó colapsada a la Armada Italiana en su base de Tarento.
Armeros sitúan un torpedo de instrucción bajo un Fairey Swordfish, a bordo del HMS Illustrious, en octubre de 1942 (© IWM. http://www.iwm.org.uk/collections/item/object/205146243).
El 28 de Octubre de 1940, las tropas italianas, sin previo aviso, iniciaron la invasión de Grecia. Creyendo que se trataría de una operación muy sencilla y en la que arriesgarían bien poco ante las escasas y mal preparadas tropas helenas, reforzando así el prestigio del régimen fascista con una brillante victoria militar, Mussolini se metió en un avispero del que ya no podría salir sin graves consecuencias. Por lo pronto, los ingleses acudieron en ayuda de los griegos y ocuparon algunas de sus bases, tales como Salamina, Salónica, Corfú, Corinto, y sobre todo, la vital isla de Malta.
Todo ello suponía una importante mejoría de la posición estratégica aliada en el mediterráneo oriental. pero la amenaza de la Regia Marina, la Armada Italiana, quizá la mejor baza de la que dispuso sobre el papel Mussolini en la guerra, podría dificultar sobremanera la posición de Inglaterra en Grecia para suministrar tropas y material. No ya solo eso, sino también en Egipto, ya que las comunicaciones y suministros en la ruta Gibraltar-Malta-Alejandría podrían quedar interrumpidas, y la posición del Ejército del Nilo, gravemente comprometida. De mantener esta ruta abierta habría de encargarse el Almirante Andrew Cunningham, comandante en jefe de la Flota Británica en el Mediterráneo. Pero para ello debería encargarse de los buques de la Flota italiana, al mando del almirante Inigo Campioni, que se encontraba estacionada en la gran base naval de Tarento, situada en el sur de la península italiana, justo al lado del tacón de la bota. Allí, en dos radas de diferente tamaño y bien cerradas por líneas de diques y rompeolas (Mar Grande y Mar Piccolo), los italianos disponían de unidades muy potentes y bien armadas (seis acorazados y un buen número de cruceros y destructores) y, aunque carecían de portaaviones, los jefes fascistas consideraban que la propia península italiana y sus islas serían una poderosa formación de insumergibles portaaviones.
Un Swordfish apontando en la cubierta del HMS Illustrious, en junio de 1940 (Fleet Air Arm Museum CARS 1/171 – http://www.armouredcarriers.com).
Sin embargo, más grave aun fue el hecho de que los buques italianos carecían de elementos básicos en la nueva guerra que se avecinaba, tales como los radares y radiotelémetros y, sobre todo, de una adecuada cobertura aérea. Todo esto sería fatal para la Regia Marina, aunque, en todo caso, estas carencias solo irían mostrándose con el curso de los acontecimientos.
Los italianos contaban en cualquier caso con la fuerza de la propia amenaza nominal de sus buques de guerra, porque hasta este momento, rehusaron tomar parte en combate contra sus rivales británicos, como se había demostrado en el titubeante combate naval de Punta Stilo, en julio de aquel mismo año, cuando las respectivas escoltas de dos convoys enemigos se entrecruzaron a la altura de Calabria. A pesar del cierto equilibrio de fuerzas, los italianos decidieron romper el contacto cuando uno de sus acorazados, el Giulio Cesare, fue alcanzado de forma inverosímil al límite de alcance de los cañones británicos. Los ingleses disponían, por cierto, de un portaaviones, el veterano HMS Eagle, cuyos aviones no tuvieron oportunidad de decidir la suerte de la batalla, pero cuyas características demostrarían posteriormente que una nave de aquel tipo iba a definir el dominio del mar.
En definitiva, sea como fuera, y para acabar con la amenaza de los italianos de una vez por todas, la Fleet Air Arm (arma embarcada británica) decidió que la única forma de forzar un encuentro con los huidizos transalpinos era atacarlos en su propia casa, así que empezó a diseñarse una operación aeronaval contra Tarento, codificada como Operación Judgement.
Para ello habría que disponerse de dos cosas. En primer lugar, de un grupo embarcado lo suficientemente potente como para poder atacar con ciertas garantías. Hasta agosto, Cunningham solo dispuso del mencionado Eagle, con un reducido grupo embarcado formado por 17 biplanos torpederos Fairey Swordfish Mk.I y tres cazas Gloster Sea Gladiator, también biplanos. Pero en aquel mes se transfirió al Mediterráneo el nuevo portaaviones HMS Illustrious, una moderna y robusta nave con una dotación adscrita de 16 Swordfish y 15 cazas biplazas monoplanos Fairey Fulmar, y que contaba además con el primer sistema de radar de alerta temprana montado en un portaaviones en el mundo, algo que supondría una baza definitiva durante los futuros combates navales.
Espectacular vista de la panza de un avión Swordfish con la posición del torpedo Mk.XII y el mecanismo de suelta del mismo. Este mortífero ingenio llevaba una cabeza de guerra de 176 kilos de TNT (http://www.lasegundaguerra.com).
Así que iba a ser esta el arma aérea con que iba a poder contar la Royal Navy para ejecutar ese ataque a Tarento. El caza Fulmar no era ninguna maravilla (mucho más lento que los Hurricane o los Sptifire de la RAF, pero estaba bien armado, era suficientemente robusto y suponía un gran avance respecto a los anticuados Sea Gladiator. Pero el verdadero eje del ataque radicaba en los Swordfish (pez espada). Como a menudo decimos en este blog, es increíble comprobar lo mucho que evolucionó la tecnología en un conflicto armado como la Segunda Guerra Mundial, pero aun es más sorprendente comprobar que las mejores actuaciones aeronavales en los dos primeros años fueran protagonizadas por este frágil y poco agraciado biplano, con estructura metálica y recubrimiento textil. Diseñado en 1933, entró en servicio a principios de 1936, disponiendo de alas retractables para facilitar su servicio a bordo de los portaaviones. Con una tripulación de dos hombres en vuelos de reconocimiento, se añadía a veces un tercer tripulante en operaciones con torpedo a bordo. Aunque podía llevar bajo el fuselaje y las alas bombas o cohetes, su razón principal de existir se basaba precisamente en su relación con aquellos mortíferos ingenios, los torpedos, en concreto los Mk.XII de 730 kilos de peso y casi cinco metros de largo, con una cabeza de guerra de 176 kilos de TNT y una velocidad de cuarenta nudos para un alcance efectivo de 1.400 metros gracias a su propulsión de aire comprimido, siendo muy letales gracias a sus espoletas de doble efecto (magnético y de percusión). Eso sí, el Swordfish, ya de por sí un avión lento, con el torpedo a bordo, se convertía en un blanco muy fácil, no pudiendo superar los 95 nudos (150 km/hora) que empeoraba aun más cuando se disponía a lanzar, ya que para el cálculo, el piloto debía hacerlo volar recto y nivelado.
Los acorazados Vittorio Veneto y Littorio navegando en línea de fila y abriendo fuego por babor con sus poderosas piezas de 381 mm, en una misión de escolta de convoyes a principios de la guerra.
Decíamos unas líneas más arriba que hacían falta dos elementos para ejecutar el ataque. El segundo no era ni más ni menos que disponer de una adecuada información de como se encontraba dispuesta la barrera defensiva de la base naval de Tarento y de las posiciones de los barcos en su fondeadero. La RAF no tenía disponibles en Malta aviones lo suficientemente rápidos como para desarrollar la misión, hasta que en septiembre recibió tres bimotores Martin Marylands del 431º Escuadrón de Reconocimiento, capaces de alcanzar los 450 kilómetros/hora y con un techo de vuelo de 27.000 metros. Las fotografías obtenidas por aquellos ágiles aviones mostraron claramente las posiciones de los barcos pesados, principalmente los cinco acorazados allí fondeados y también las defensas que los italianos habían establecido para defender la base, a cuyo cargo estaba el vicealmirante Passetti. Además de un fuerte cinturón de cañones y ametralladoras pesadas antiaéreas, existían una veintena de proyectores luminosos y estaciones de escucha aerofónicas de la llegada de aviones (a falta de radares). Pero ante todo y sobre todo, las fotografías señalaban un gran número de barrajes de globos cautivos, que sostenían tantos cables de acero cruzando la rada. Ello comprometía enormemente la operación, ya que para evitar que los torpedos, una vez lanzados, no se clavasen en el fango, debido al escaso calado de la propia rada, el ataque de los aviones debería producirse a ras de las aguas, y en condiciones de baja visibilidad.
Los italianos estaban en teoría perfectamente alertados de la posibilidad de un ataque aéreo, sobre todo por los constantes merodeos de los Marylands de reconocimiento. Pero en realidad las defensas italianas eran menos consistentes de lo imaginado, debido, entre varias razones, a que las redes antitorpedo no se habían desplegado al completo y que, debido a temporales, parte de los globos cautivos habían sido derribados a tierra.
Foto con la posición de los acorazados italianos fondeados en Tarento y obtenida por un Martin Maryland de reconocimiento de la RAF y remitida al portaaviones británico. El reconocimiento aéreo previo fue fundamental para el éxito de la operación (http://www.armouredcarriers.com).
El día 6 de noviembre aparejó desde Alejandría la flota británica a la que se encomendaba la acción. Debido a que el viejo Eagle estaba efectuando reparaciones, todos los Swordfish de que disponía fueron transferidos al Illustrious navegando el portaaviones y su escolta, siempre indetectados frente al enemigo. El 11 de noviembre se recibieron desde Malta las últimas fotografías, comprobándose que la Flota italiana no había abandonado el puerto…y que un nuevo acorazado (el Andrea Doria), acababa de fondear aquel mismo día. El almirante Cunningham decidió atacar, destacando a cuatro cruceros pesados y cuatro destructores para escoltar al Illustrious.
Cuando la formación naval se encontraba a 40 millas náuticas de la isla de Cefalonia, a 170 millas al sudeste de su objetivo, el portaaviones aproó al viento y se inició el despegue (20.35 horas) de los primeros doce torpederos, equipados con tanques de combustible auxiliares y de los cuales la mitad iba armado con torpedos y el resto con combinaciones de bombas y bengalas iluminantes. A las 21.23 horas, despegó la segunda oleada de Swordfish, esta vez nueve aviones (aunque uno de ellos tuvo que regresar por problemas mecánicos), de los que cinco llevaban en su panza los peligrosos proyectiles antibuque.
Aquel 11 de noviembre de 1940, la totalidad de acorazados italianos, las unidades más potentes con las que contaban, se encontraban fondeadas en Tarento. Los dos nuevos navíos Vittorio Veneto y su gemelo Littorio, muy rápidos y poderosamente armados con artillería de 381 mm, así como cuatro veteranos dreadnoughts de la Primera Guerra Mundial, pero muy modernizados, los Conte di Cavour, Giulio Cesare, Caio Duilio y Andrea Doria, se encontraban fondeados en el Mar Grande.
Un Fairey Swordfish en una foto propagandística, mostrando el instante justo de la suelta del torpedo (www.armouredcarriers.co).
A las 23.02 dio comienzo el ataque, conducido por el capitán de corbeta Kenneth Williamson, cuando dos aviones lanzaron las bengalas, iluminando las estructuras de los buques de guerra. El resto, salvando milagrosamente los cables de amarre, picó contra los acorazados fondeados en Mar Grande, recibiendo el Conte di Cavour un impacto directo, y el Littorio otros dos. Tarento se convirtió en un espectáculo terrible de incendios, explosiones y bengalas que iluminaban a los barcos que eran alcanzados mientras la antiaérea trataba infructuosamente de derribar a aquellos frágiles pero mortíferos biplanos.
A las 23.50 horas llegaron los aviones de la segunda oleada, esta vez coordinada por el capitán de corbeta J. W. Hale y operando de la misma manera. Tras lanzar las bengalas, los aviadores británicos atacaron todas las unidades pesadas que pudieron, colocando un tercer torpedo al Littorio y recibiendo el Duilio un impacto adicional. Mientras, los aviones con bombas atacaban a los destructores y cruceros en Mar Piccolo causando daños adicionales. El último avión apontó en el Illustrious a las 02.55 horas, virando la formación rápidamente al sur para reunirse con el resto de la flota.
El poderoso acorazado Littorio, con el agua a la altura de la cubierta de proa, yace, tras encajar tres impactos de torpedo, con la quilla en el fondo de la rada. Las reparaciones le mantuvieron cuatro meses fuera de servicio (http://www.armouredcarriers.com).
Los ingleses perdieron dos aviones, con dos oficiales muertos y dos prisioneros, pero a cambio, hicieron una verdadera carnicería en la flota italiana. Los acorazados Conte di Cavour, Duilio y Littorio fueron torpedeados y no se hundieron debido al escaso calado de la rada, además de provocar graves daños en el crucero pesado Trento y menores en los destructores Libeccio y Passagno. El Littorio estuvo fuera de servicio hasta agosto de 1941 y el Duilio, hasta Mayo de aquel mismo año, pero el Cavour jamás volvió a servir con la Regia Marina. Remolcado a Trieste, fue reparado, pero no llegó a entrar en servicio activo. Los ingleses, con un pequeño número de aviones y en una operación magistralmente preparada y llevada a cabo, habían materialmente volcado a su favor el equilibrio de poder en el Mediterráneo. El buque de guerra, hasta entonces invulnerable gracias a su gruesa coraza, había encontrado su talón de aquiles: el torpedo aerotransportado. Ya no era necesario vencer en una épica batalla al cañón. Un avión bien dirigido y armado podía hacerlo mucho mejor, y con una escalofriante precisión…
En el otro lado de la balanza, los italianos no dejaron de cometer fallos: Una inadecuada exploración aérea para detectar la aproximación del portaaviones británico y sus escoltas, por parte de la Regia Aeronautica, fue quizá la más grave, pero también hay que añadir la falta de medios para completar las redes antitorpedo y la mermada barrera de globos. Y sobre todo, el exceso de confianza, que como se dice por aquí, es la madre de las tragedias, llevó a los italianos al desastre.
Como dijimos al principio, la Armada Imperial Japonesa, en la persona de su Almirante en jefe Isoroku Yamamoto, estudió todos los detalles de la operación, para mejorarla, magnificarla y reproducirla trece meses después, en la gigantesca base naval de Pearl Harbour…
Especificaciones Fairey Swordfish Mk.I
- Origen: Fairey Aviation Co. Ltd.
- Planta motriz: Un motor radial de nueve cilindros en estrella Bristol Pegasus III M.3, refrigerado por aire, de 690 hp al despegue.
- Dimensiones: Envergadura: 13,87 m. Longitud: 11,07 m. Altura: 3,91 m.
- Pesos: Vacío: 1.900 kg. Máximo al despegue: 3.450 kg.
- Prestaciones: Velocidad máxima (con carga bélica): 230 km/h a 5.000 metros. Techo de servicio: 5.870 m. Alcance máximo: 840 km.
- Armamento: Una ametralladora fija Vickers de calibre 7.7 mm sobre el motor. Otra de igual calibre en posición dorsal sobre afuste móvil. Carga lanzable: 800 kilos en diferentes combinaciones: torpedo Mk.XII de 730 kg en fijación ventral, bombas, cargas de profundidad o cohetes no guiados RP-3.
- Tripulación: 2/3
Bibliografía consultada:
Angelucci, E.; Matricardi, P. (1979). Aviones de todo el mundo. Tomo III: La Segunda Guerra Mundial (I parte). Madrid: Espasa-Calpe.
De la Quadra Salcedo, R. & Martinez Pages, I. & Martin Oar, M. & Nason C. & Apezarena, J (1989). La II Guerra Mundial (2 vols.). Madrid: Prensa Española.
Jordan, J. (1987). Guía Ilustrada de Acorazados y Cruceros de Batalla. Barcelona: Ediciones Orbis.
Macintyre, D. (1976). Portaaviones. El Arma Maestra. Madrid: San Martín.
Sierra, L. (2008). La Guerra Naval en el Mediterráneo. Barcelona: Editorial Juventud.
HMS Illustrious and The Battle of Taranto. Operation Judgement. Recuperado de: http://www.armouredcarriers.com/operation-judgement-swordfish-attack-taranto-from-hms-illustrious/
The Legendary Swordfish: A Dedication. Recuperado de: http://www.vintagewings.ca/VintageNews/Stories/tabid/116/articleType/ArticleView/articleId/294/The-Legendary-Swordfish–A-Dedication.aspx