El día de la infamia, tal como se bautizó al ataque japonés a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941 es conocido hasta casi el último detalle por el público aficionado a la Historia, pero también para el neófito. Literatura y Cine han recogido hasta la saciedad lo que sucedió, casi minuto a minuto, durante aquellas terribles horas en las que los Estados Unidos de América se vieron sacudidos por la Segunda Guerra Mundial, e inmediatamente metidos en ella. No está tan claro, ni es tan unánime, la comunidad histórica a la hora de completar el cuadro de responsabilidades, ya que siempre pesará el poso de las casualidades forzadas por aquel gobierno de Roosevelt acerca de establecer una causa justa que les permitiera galvanizar al norteamericano medio y hacerlo entrar, clamando venganza, en la guerra más terrible que el mundo ha visto. No estaba tan lejos aquella «intencionada» voladura del Maine en 1898, y bien que lo pagó la enferma España meses más tarde, incapaz de hacer entender al mundo de que aquello no había sido culpa suya. No sé si entienden lo que les digo…
Batalla de Tarento: el Pearl Harbor del Mediterráneo (Operación Judgement)
Sin embargo, todo aquel ataque aéreo, llevado casi hasta la perfección por la eficaz Armada Japonesa, no era un plan original de los nipones, sino la copia y mejora de otro espectacular ataque aéreo, llevado a cabo por la Royal Navy británica un año antes y que, con un puñado de frágiles biplanos, dejó colapsada a la Armada Italiana en su base de Tarento.