Aviación y Cine (XV): Porco Rosso

Porco Rosso calienta motores a bordo de su estilizado Savoia S.21, mostrando su parecido con el Macchi M.33 que compitió en la Copa Schneider de 1925 (http://movies.mxdwn.com)

Porco Rosso calienta motores a bordo de su estilizado Savoia S.21, mostrando su parecido con el Macchi M.33 que compitió en la Copa Schneider de 1925 (http://movies.mxdwn.com).

No puedo negar que se trata éste de un post algo especial, ya que, justamente cuando en días festivos como éstos de estar con los que se quiere y añorar a los que faltan, es justo que tuviera mucho de sentimientos, recuerdos y vivencias en la ya cada vez más lejana juventud, que sin embargo mantiene la frescura de entonces. Quizá sea porque, como la aviación propiamente dicha, conserva muy vivos las ilusiones e ideales que se van apagando cuando la madurez nos muestra la crudeza de la vida real. Los libros que de aquella época conservo, los detalles leídos en sus páginas, saboreado en sus imágenes y recordado en muchas noches de vigilia, más de una vez desatendiendo las obligaciones de estudiante, merecen más de un bonito guiño. Hay muchos libros y muchas películas ya enterradas, pero el tiempo me ha devuelto una de las que más sonrisas me siguen produciendo, y que con los años puedo seguir disfrutando como entonces: bajo un título sorprendente, casi risible, se esconde uno de los homenajes a la aviación en su época más aventurera. Porco Rosso es su título.

Poster Publicitario para Japón de la película (http://www.rotoscopers.com)

Cartel publicitario para Japón de la película (http://www.rotoscopers.com).

He de reconocer que en ningún momento he sido aficionado al cómic japonés, ni a sus aplicaciones al cine de animación. Ni su plasmación en el papel (denominado genéricamente por los entendidos en la materia como manga), ni su prolongación en la pantalla, en lo que es referido como anime, fue entendido por mi parte por algo poco más que una sutil y liviana muestra en las nuevas generaciones niponas de evasión de un mundo opresivo y perfectamente delimitado. Eran escasas las excepciones que podían llegar a sorprenderme (recuerdo perfectamente el impacto que me produjo ver por primera vez el largometraje de animación Akira (Katsuhiro Otomo, 1988), considerado por los expertos como el mejor de la historia, casi creando un nuevo subgénero denominado anime distópico, y mostrando un futurista Tokio post-nuclear que produce cada vez que se ve una profunda sensación de angustia y soledad y que mi hermano, uno de esos expertos con voz y voto más que autorizados, aun conserva como obra de culto en su selecta videoteca).

Sin embargo,el tiempo (y los conocimientos adquiridos), han puesto cada cosa en su sitio. El anime ha demostrado no ser un subgénero que en último caso solo sirve a la imaginación de los niños, sino que, tal como sucede en sus contrapartes europeos, e incluso muchas veces más que en ellos, cuenta historias llenas de profundidades, miedos y esperanzas, que es ni más ni menos lo que debe reflejar una buena obra.

Así, no todo en el anime japonés son partidos de fútbol que duran meses (y que nos permitieron descubrir la redondez de la tierra), gigantescos robots con aviesas intenciones destructivas o terribles hecatombes interestelares, sino que queda mucho espacio, si sabes buscar, para el drama, la épica humana, las reivindicaciones sociales y las tramas de carne y hueso. Así, uno de los mejores dibujantes de cómics y directores de cine de animación, Hayao Miyazaki, ofrece una filmografía llena de joyas en su género. El autor de La Princesa Mononoke o El Viaje de Chihiro, dos recreaciones de los mundos idílicos y mágicos con un trasfondo de las fobias que sacuden a la sociedad actual, se atrevió previamente a desarrollar una hermosa historia de aviación en los últimos años veinte y primeros treinta de nuestro pasado siglo, donde Europa vivía los últimos coletazos de bonanza económica y optimismo social, aunque los dolores de la Gran Guerra siguieran latentes y las sombras de los totalitarismos (de uno y otro bando), aparecieran cada vez más delimitados en el horizonte.

Porco Rosso ante su motor, que en la película es un Fiat AS.2, y no el fatigado Curtiss D-12 que llevó en verdad el auténtico Macchi M.33 (www.otakumusicradio.com)

Porco Rosso ante el motor de su hidroavón, que en la película es un Fiat AS.2, y no el fatigado Curtiss D-12 que llevó en la realidad el auténtico Macchi M.33 (www.otakumusicradio.com).

Porco Rosso (en japonés, Kurenai No Buta, 1992), trata de reflejar todo esto alrededor de un antiguo piloto de combate italiano, llamado Marco Pagot, que, horrorizado por la muerte de sus compañeros de armas, y asqueado por los horrores de la guerra en sí, se transforma tras un hechizo en un cerdo y continúa volando en su estilizado hidroavión Savoia S.21, pintado de color rojo y armado con dos ametralladoras en su proa, trabajando como cazarrecompensas desde una discreta base en el Adriático, para frustrar los actos de piratería aérea contra los barcos que surcaban el Mediterráneo en aquellos tiempos. Para ello contará con el respeto y apoyo de sus amigos: el del veterano mecánico Piccolo y su valiente nieta Fio, así como el de Madame Gina, cantante y propietaria del Hotel Adriano.

Miyazaki, confeso enamorado de la aviación (no por casualidad, el nombre de su productora, Studio Ghibli, aunque por supuesto es un nombre de viento cálido, hace también un evidente guiño al de estilizados los bimotores polivalentes Caproni Ca 309 Ghibli, usados por la Regia Aeronáutica en el frente africano durante la Segunda Guerra Mundial) ideó, por encargo de la compañía aérea nipona JAL (Japan Airlines), un cortometraje que se proyectase en vuelo, inspirado en un manga suyo denominado Hikōtei Jidai (La Era de los Hidroaviones)que hablaba de los años dorados del incipiente transporte aéreo que surgió tras la Primera Guerra Mundial. Posteriormente, y viendo las opciones del film, se convirtió en un largometraje, siendo estrenando en los aviones de la compañía en 1992 antes de proyectarse en los cines convencionales, con una cálida acogida de crítica y una sobresaliente recaudación en taquilla.

Porco Rosso y Donald Curtis

Porco Rosso y Donald Curtis.

Es Porco Rosso una hermosa y profunda película de aviones, mucho más de lo que podría pensarse, ya que para el aficionado que conozca un poco la historia de aquellos años aventureros, podrá reconocer muchos guiños a la Aeronáutica. Así, las formas del supuesto S.21 del protagonista recuerdan, a las del Macchi M.33 de competición que el equipo de Mario Castoldi diseñó para la Copa Schneider de 1925. Verdaderamente SIAI Marchetti había diseñado un S.21 de competición para la edición de 1921, pero se trataba de un hidrocanoa sesquiplano, cuyas líneas no coinciden con las del avión monoplano de la película.

Este trofeo, creado por Jacques Schneider en 1912 y reanudado en 1919 tras los años de guerra,  se trataba verdaderamente de una competición al más alto nivel, donde a toda velocidad un puñado de pilotos escogidos se ganaban con sus veloces hidroaviones el honor de cada nación principalmente, y mientras los ojeadores militares observaban con interés las posibilidades de cada nuevo prototipo en un futuro combate. Británicos, norteamericanos e italianos eran los que en principalmente en aquellos locos y desinhibidos años veinte peleaban por la gloria.

El Macchi M.33 aparece aqí listo para participar en la prestigiosa Copa Schneider de 1925. Obsérvese la posición de los pesados radiadores de láminas acoplados al motor, menos efectivos que los de superficie http://aviadejavu.ru).

El Macchi M.33 aparece aquí listo para participar en la prestigiosa Copa Schneider de 1925. Obsérvese la posición de los pesados radiadores de láminas acoplados al motor, menos efectivos que los de superficie http://aviadejavu.ru).

En la edición de 1925, los norteamericanos dispusieron de franca superioridad gracias a sus veloces Army Curtiss R3C-2, ya que el revolucionario Supermarine S.4 británico diseñado por Reginald J. Mitchell, el futuro padre del inmortal Spitfire, quedó destrozado en un vuelo de prueba por una fatiga estructural en el ala. De cualquier modo, poco pudieron pelear aquel año los italianos con el M.33. Inspirado en el precedente M.19, utilizaba la clásica construcción de casco central, pero innovando en una estilizada configuración alar monoplana con el puesto de pilotaje abierto y retrasado. Se construyeron dos ejemplares, acabados en metalizado natural (y no en el violento encarnado del hidro de Porco Rosso), y cuyo verdadero punto débil radicaba en las plantas motrices, ya que los gastados motores Curtiss D-12 no permitían desarrollar toda su potencia. Aún así, el aeroplano pilotado por Giovanni De Briganti fue capaz de completar la prueba, celebrada el 25 de octubre de 1925 en la bahía de Chesapeake, en Baltimore, clasificándose tercero a una media de 271 km/h,  muy lejos del campeón, el famoso Jimmy Doolittle, que anteriormente hemos mencionado y que a bordo de su Army Curtiss R3C-2 completó la carrera a 374,27 km/h de media.

Jimmy Doolittle posa ante su veloz Curtiss R3C-2 en 1925. Con su potente propulsor Curtiss V-1400 y un perfil alar mejorado, el veloz biplano era capaz de raspar los 400 km/h (http://airpigz.com)

Jimmy Doolittle posa ante su veloz Curtiss R3C-2 en 1925. Con su potente propulsor Curtiss V-1400 y un perfil alar mejorado, el veloz biplano era capaz de raspar los 400 km/h. El parecido con el «Serpiente de Cascabel» del malvado Donald Curtis, es innegable (http://airpigz.com).

Precisamente es éste el avión en el que se inspira Miyazaki para desarrollar al antagonista de Marco, el llamado serpiente de cascabel, copiando las líneas de aquel potente biplano de carreras de 1925. Lo pilota precisamente su némesis, un mercenario norteamericano llamado Donald Curtis, al que, entre otras cosas, inflama el hecho que sus favores hacia la hermosa Madame Gina no le sean correspondidos al revés que con respecto a su rival italiano, de la que es muy buen amigo. Un nombre que es un claro homenaje al constructor del R3C-2, Glenn H. Curtiss, y uno de los más famosos pioneros de la aviación en los Estados Unidos. Son muchos otros los casos de aviones cuyas líneas podríamos identificar en la película, tanto de los recuerdos de la guerra pasada, como de los tiempos de las  mencionadas competiciones de hidros.

Volviendo por última vez al mundo real, ya tendrían los italianos ocasión de desquitarse el año siguiente, cuando, tras la orden taxativa de Benito Mussolini de ganar a toda costa, el nuevo y veloz Macchi M.39, diseñado y probado a conciencia, y pilotado por Mario de Briganti, fue capaz de vencer al ya veterano Curtiss. Sería el último capítulo donde los norteamericanos fueron activos protagonistas, ya que se retiraron de la competición al año siguiente. los britanicos se convirtieron en los mejores rivales de los transalpinos en los años siguientes. Entre 1927 y 1931, se produjeron los enfrentamientos entre los S.5/25 y S.6B diseñados por el genial Reginald Mitchell frente a los M.52 y M.67 que habían salido de las mesas de dibujo del no menos genial Mario Castoldi. Cada vez volando más y más rápido, a bordo de máquinas más y más complejas y peligrosas, jugándose los aviadores un prestigio nacional unos y otros, que solo los políticos entendían casi como cuestión de estado (porque no eran ellos los que estaban a bordo de aquellos bólidos), y donde las democracias y los fascismos se vieron peleando en los aires. No tardaría en completarse el círculo con el uso, una vez más, de las armas. Ahora de verdad, Con sangre propia y ajena.

Porco Rosso y su Savoia S.21

Porco Rosso y su Savoia S.21.

Ese es el ambiente que recrea la película. El de una Europa cada vez más dividida y radicalizada, donde el Armisticio de 1918 solo traía consecuencias negativas para todos y donde los totalitarismos crecían, sobre todo en Italia en esos momentos previos al colapso mundial de 1929. Miyazaki quiere ofrecer en su principal personaje, la imagen del dolor de la guerra, los remordimientos del pasado, y el propósito pacifista a toda costa. Con un evidente tono antifascista, Porco Rosso encarna los ideales que el propio director japonés posee, marcadamente de izquierda antitotalitaria, homenajeando incluso al anarquismo más romántico.

Será cuestión de gustos, como todo en esta vida, pero para mí es ésta una de las mejores maneras de entrar en el anime japonés, disponiendo de una bonita historia, llena de inteligentes guiños a la mejor época de la aviación y a la historia del mundo que les tocó compartir. Una época en la que los aviadores entendían que la vida y el vuelo estaban íntimamente unidos, ligados a una forma de ser que ya ni existe. La que tiene ideales. Es por eso que sigue en los recuerdos más bonitos de la juventud, que es cuando queda más esperanza.


Especificaciones Macchi M.33:

  • Origen: Aeronautica Macchi 
  • Planta motriz: Un motor lineal de 12 cilindros en V Curtiss D-12, refrigerado por líquido, de 500 hp al despegue.
  • Dimensiones: Envergadura: 9,74 m. Longitud: 8,34 m. Altura: n.d.
  • Pesos: Operativo: 1.255 kg. Máximo al despegue: n.d.
  • Prestaciones: Velocidad Máxima: 350 km/h.
  • Tripulación: 1.

Bibliografía consultada:

Un cerdo que vuela: Cosas que (quizás) no sabías de Porco Rosso. Crying Grumpies. Recuperado de: https://cryinggrumpies.com.

Angelucci, E.; Matricardi, P. (1979). Aviones de todo el mundo. Tomo II: Desde 1918 a 1935. Madrid: Espasa-Calpe.

Pérez San Emeterio, C. (1991). Pilotos y Aventura. Barcelona: Editorial Juventud.

Rain Forden, K. (2017) Studio Ghibli Countdown: Porco Rosso. Rotoscopers. Recuperado de: http://www.rotoscopers.com.

 

 

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