De entre los muchos interrogantes que cubren todas las guerras que han acontecido en la loca historia de la Humanidad, quizá los que incumben a los conflictos de nuestro siglo son los más debatidos y estudiados. Supongo que por dos razones. En primer lugar, la cierta abundancia de información disponible, procedentes de fuentes primarias. En segundo lugar, y no menos importante, la relativa cercanía de sus protagonistas en el tiempo lo hacen más atractivos y polémicos, imagino porque el componente de morbo les afecta en mayor grado.
Durante la Segunda Guerra Mundial estos interrogantes o enigmas han sido múltiples y variados, tratándose del conflicto bélico cuya bibliografía es más abundante. Y a pesar de todos los esfuerzos, aún quedan muchos enigmas aun pendientes de resolver, bien porque sus protagonistas nunca dejaron constancia de sus actos, porque fueron silenciados o porque nunca se ha querido revelar, por razones que se nos escapan.
Una de estas extrañas historias comienza en 1941, en una base aérea de la Luftwaffe en Augsburgo, en Baviera. Un bimotor Messerschmitt Bf 110E-1 se encuentra listo para despegar, cargado de combustible. Aunque normalmente lleva una tripulación de dos hombres, en esta ocasión solo sube a la carlinga una persona. Se trata de Rudolf Hess, lugarteniente del Führer y número tres en la escala de la pirámide del Tercer Reich. Pocas personas sabían que se disponía a realizar uno de los viajes más extraños y controvertidos de la Historia de la Segunda Guerra Mundial.