Gotha: quizá ya quede demasiado atrás en el tiempo el valor siniestro de este término. Sin embargo, para los habitantes del Londres de 1917, esta palabra fue sinónimo de terror. Y es que fueron estos aviones los primeros que entraron en la historia como los protagonistas de la primera campaña de bombardeo sistemático contra un objetivo determinado. Verdaderamente, no fueron tan graves los daños materiales como los efectos psicológicos contra la población. Para ellos, la terrible realidad era que la muerte empezó a caer desde el cielo…
El surgimiento de la aviación como un arma capaz de decidir una guerra fue casi coetánea a la propia conquista del aire. Y este nuevo concepto se madura progresivamente durante la Primera Guerra Mundial. Tras su primera función, que era la de la capacidad de alargar la posibilidad de ver al ejército rival desde distancias muy superiores y constatar sus movimientos desde el aire (reconocimiento), surgió la necesidad de que el rival impidiera obtener tal precisa información, con lo que aviones rivales armados se lanzaron a derribarlos del cielo: surge el combate aéreo y los aeroplanos construidos para tal fin. Pero además, surgió una tercera función: si esos aviones eran capaces de proporcionar una importante información de movimientos de tropas, fortificaciones y suministros, ¿por qué no podrían ser capaces además de lanzar explosivos al enemigo? De ahí surge el concepto del bombardeo.
De esta raíz básica surgen dos aplicaciones casi desde el principio. Cuando el bombardeo se produce contra las tropas en el campo de batalla, se denomina bombardeo táctico. Pero cuando el objetivo se realiza contra las fuentes de aprovisionamiento de dichas tropas, estaremos hablando de bombardeo estratégico. Desde el inicio propiamente dicho de la Primera Guerra Mundial, los alemanes tomaron ventaja en estas técnicas operativas, merced a su superioridad tecnológica en los dirigibles y desde enero de 1915 pusieron en marcha la primera campaña de bombardeo estratégico sistemático de la historia. Durante la guerra, los zeppelines alemanes dejaron caer en territorio aliado 200 toneladas de bombas con un saldo de 550 víctimas. Pero aparte de las consecuencias psicológicas, estos grandes colosos más ligeros que el aire, enormes, lentos e inflamables, demostraron ser blancos fáciles para los cazas interceptores y la artillería antiaérea. Así que los alemanes empezaron a decantarse por los aparatos más pesados que el aire, con mejor autonomía, más difíciles de derribar y mucho más rápidos.
Y así empezaron a desarrollarse uno de los primeros bombarderos pesados estratégicos de la historia: los Gotha. En enero de 1915, el ingeniero Oskar Ursinus y el Mayor Helmut Friedel diseñaron para la compañía Gothaer Waggonfabrik AG un biplano bimotor para el ataque a tierra. El jefe de ingenieros de la Gothaer, Hans Burkhard, hizo evolucionar el modelo en los G.II y G.III de 1916, modelos débiles estructuralmente, difíciles de hacer aterrizar e incapaces de cumplir con las especificaciones de carga de bombas y que dieron paso a la principal versión de producción, la G.IV, diseñada expresamente para efectuar incursiones sobre Gran Bretaña. Se trataba de un gran biplano triplaza, bastante maniobrero para su tamaño y movido por dos motores lineales Mercedes D.IVa de 260 Hp, cuyas hélices iban en configuración propulsora (tras el motor). Era capaz de cargar hasta media tonelada de bombas y estaba defendido por tres ametralladoras Parabellum MG 14 de 7.92 mm. Se fabricaron 230 ejemplares desde su puesta en servicio a primeros de 1917. En agosto de 1917 se incorporó la versión G.V, con diversas mejoras estructurales aunque las prestaciones quedaron igualadas a la anterior versión debido al mayor peso.
En mayo de 1917 la Luftstreitkräfte comenzó a operar los Gotha contra Gran Bretaña, primero en ataques diurnos y desde septiembre en operaciones de noche. El 13 de junio de 1917, catorce bombarderos Gotha atacaron Londres y aunque casi un centenar de interceptores de la RAF les salieron al paso para derribarlos, todos los aviones escaparon indemnes, provocando el raid la cifra de 160 víctimas. Verdaderamente, el efecto sobre la opinión pública fue demoledor. Si catorce Gotha habían provocado esa cifra de muertos, ¿qué podrían hacer grandes flotas en el futuro? Luego se demostró que los bombarderos, aunque más difíciles de derribar que los colosales zeppelines no podrían competir con los más ágiles cazas y las pérdidas aumentaron en siguientes raids. De todos modos, el Gotha, siendo un buen aeroplano, no era un avión superlativo.
Su punto débil era su fragilidad estructural y sobre todo la de sus trenes de aterrizaje, que requerían campos de aviación especialmente preparados para ellos. De hecho, se perdieron más Gotha en accidentes que en acciones bélicas propiamente dichas. Los bombardeos continuaron sobre Inglaterra (Londres) y sobre Francia (París), pero debido a que las defensas antiaéreas mejoraron las pérdidas propias se hicieron cada vez más cuantiosas y los daños materiales producidos demasiado escasos para permitirse el lujo de seguir perdiendo aviones y tripulaciones. No así el efecto sobre la población, que adquirió en esos últimos años de guerra una verdadera psicosis y una sensación de auténtica indefensión.
De cualquier manera, la importancia de este avión radica precisamente en la innovación del uso que se dio por parte de Alemania, una apertura de la Caja de Pandora de todo lo que después acontecería durante la Segunda Guerra Mundial. La guerra aérea iba a perfeccionarse cada vez más en ambos bandos, pero el concepto del bombardeo estratégico adquirió para los aliados valores de idea fundamental para alcanzar la victoria.
La orgía de sangre y fuego inaugurada por la Legión Cóndor alemana y sus contrapartes en el aire de las fuerzas aéreas republicanas durante nuestra Guerra Civil (bombardeos de Guernica en 1937 o de Cabra en 1938), fue aumentada por la Luftwaffe (Varsovia en 1939, Rotterdam en 1940) y luego corregida y amplificada por los bombarderos pesados aliados entre 1943 y 1945. Hamburgo, Dresde, Berlín, Colonia, Tokio… fueron arrasadas con el fin de alcanzar la victoria final. Definitivamente, el Gotha en este sentido fue un terrible presagio.
Especificaciones Gotha (G.V):
- Origen: Gothaer Waggonfabrik A.G.
- Planta motriz: Dos motores lineales de 6 cilindros en línea Mercedes D.IVa, refrigerados por líquido, de 260 hp. cada uno.
- Dimensiones: Envergadura: 23,70 m. Longitud: 12,36 m. Altura: 4,30 m.
- Pesos: Vacío: 2.739 kg. Máximo al despegue: 3.967 kg.
- Prestaciones: Velocidad máxima a nivel del mar: 140 km/h. Techo de servicio: 6.500 m. Autonomía: 840 km.
- Armamento: Tres ametralladoras Parabellum MG14 de 7.92 mm en posiciones frontal, dorsal y ventral. Carga máxima de bombas: 600 kg.
- Tripulación: 3.
Bibliografía consultada:
VV.AA (1992). Crónica de la aviación. Barcelona: Plaza & Janés.
Angelucci, E.; Matricardi, P. (1979). Aviones de todo el mundo. Tomo I: Desde los orígenes a la Primera Guerra Mundial. Madrid: Espasa-Calpe.
Frankland, N. (1979). Bombardeo de Europa. Su devastación. Madrid: San Martín.
Paz, F. (2008). Europa bajo los escombros. Barcelona: Áltera.