Aviación y Cine (XIII): El Imperio del Sol

Cartel de la película El imperio del solVarias veces he señalado que la aviación ejerce en muchas personas una atracción casi mágica. Volar es el sueño más antiguo, más inalcanzado y más placentero del ser humano. Y no es de extrañar que todo lo que rodea a tal acto tenga una «liturgia» única, una fascinación que excede lo racional. Por eso, creo que la forma más bonita de sentir qué es ese pellizco que surge cuando vemos algo o a alguien relacionado con la aviación es verlo por los ojos de un niño…

Fotograma de la película El imperio del solCuando vi por primera vez El Imperio del Sol (Steven Spielberg, 1987) tuve esa sensación que cuento. Con suficiente edad para que un ser humano pueda computar qué es lo que más puede gustarle, aquella compleja y extraña cinta explicaba, para mí de manera genial, qué siente un muchacho ante una de las situaciones más traumáticas que puede sentir una persona en su vida: una guerra. Envuelto en el agresivo expansionismo japonés de finales de los años treinta en Asia, el niño Jim Graham pertenece a una acaudalada familia británica que disfruta de una vida regalada en la ciudad de Shanghái,  pulmón económico de Oriente y una concesión de un Imperio Británico que, aunque pareciera que era más poderoso que nunca, en realidad, y sin que nadie lo advirtiera, iniciaba su ocaso irreversible. Este niño ajeno a la realidad y solo enamorado de los aviones que lo acompañan en sus juegos y que cada vez observa más cercanos y más reales, rompe esa vida de forma brutal cuando los japoneses toman la ciudad tras atacar Pearl Harbor en 1941. Sin sus padres, el muchacho sufre una terrible transformación, provocada por la cruda realidad que la guerra le ofrece. La traición, el olvido, el engaño, el hambre, la crueldad y la muerte son términos que pasan a formar parte de su lenguaje cotidiano.

Una imagen vale más que mil palabras: amor por la aviación. Fotograma de la película El imperio del sol

Jim se convierte en un hombre encallecido dentro del cuerpo de un muchacho asustado. Pero también madura su sentido de la amistad y el respeto. Y sobre todo, se fortalece su amor enfebrecido por los aviones. Es sorprendente como ellos son un hilo conductor que impregna toda la película. No en vano, el propio Spielberg siempre fue un enamorado de la aeronáutica. Escenas memorables hay en el film que nos marcan los tiempos a partir de esos pájaros de metal. Unos cada vez más escasos, más fatigados y más desdibujados aeroplanos japoneses (tras mucho cavilar de qué aviones se trata, creo, que pueden ser North American T-6 Texan camuflados con las insignias japonesas, aunque la hélice tripala me impide afirmarlo al cien por cien), que parten rumbo a la muerte honorable que ofrecen los vuelos suicidas del fin de la guerra, pilotados por pilotos cada vez más inexpertos y más jóvenes. Y frente a ellos, los rozagantes, soberbios y metálicamente impresionantes P-51 Mustang que muestran que el fin de esos años terribles y oscuros están próximos a terminar porque aquel Imperio del Sol Naciente está cayendo entre sangre y cenizas…

En todos esos momentos merece la pena disfrutar la interpretación de un jovencísimo Christian Bale, extasiado ante la observación de todos aquellos aeroplanos. Creo que quizás por que se trata de lo único limpio e inocente que le queda de su infancia y porque allí arriba no hay recuerdos de dolor y guerra. En esa emoción no existen banderas ni enemigos. Solo eso, aviación e inocencia…

Soberbio y poderoso, este P-51D (con tanques auxiliares bajo las alas) no pudo estar mejor bautizado que como "American Beauty" (fuente: www.asisbiz.com)

Soberbio y poderoso, este P-51D (con tanques auxiliares bajo las alas) no pudo estar mejor bautizado que como «American Beauty» (fuente: www.asisbiz.com)

Y no extraña tal fascinación por uno de los aviones más bonitos que se han fabricado. El North American P-51 Mustang fue un excepcional diseño, un avión capaz de superar las prestaciones del mítico Supermarine Spitfire y doblar su autonomía. Una maravilla de la aeronáutica que, diseñado y construido partiendo de cero en poco menos de cuatro meses, hizo que los cazas del ejército de los Estados Unidos en servicio en 1940 fueran poco más o menos que ladrillos voladores. Sobre la célula original denominada NA-73, ya a priori y verdaderamente un aeroplano hermoso y con unas prestaciones muy estimables, los ingenieros norteamericanos de la North American Aviation recibieron la autorización por parte de los británicos de instalar en su bancada, en vez del insulso Allison V-1710 original, el magnífico motor Rolls Royce Merlin 61 refrigerado por líquido y lo fabricaron bajo licencia, denominándolo Packard V-1650.  Aquella conjunción resultó maravillosa y el Mustang se convirtió en uno de los mejores aeroplanos de la Segunda Guerra Mundial. Los Mustangs desequilibraron la balanza a favor de los aliados en los cielos de Europa, aniquilaron toda oposición japonesa en el Pacífico y dieron a los norteamericanos una supremacía aérea que nunca volvieron a perder.Fotograma de la película El imperio del sol La versión P-51D, que es la que sale en los fotogramas de la película, contaba con una deriva mejorada y una cubierta de burbuja que aportaba una magnífica visión a su afortunado piloto, dándole al soberbio caza su imagen madura y definitiva. Por todo eso, no nos extraña tampoco que aquel muchacho lo denominara, en aquel instante de paroxismo «El Cadillac del cielo«…

En definitiva, una película controvertida, sin duda de opiniones y reacciones dispares, pero que desde siempre a mí me fascinó por sus imágenes conmovedoras, sus matices oníricos (como si la guerra y las tragedias estuvieran amortiguadas por unos biombos que filtran la luz), el fabuloso trabajo de un imperial John Malkovich y la sensacional banda sonora de un valor seguro como siempre fue John Williams. Y por supuesto los aviones, siempre los aviones… Si ya la vieron, no pierdan la oportunidad de volver a disfrutarla desde otro punto de vista. Y si es la primera vez, quizá se sorprendan de cómo se ve la guerra, en tierra o en el aire, a través de los ojos de un niño…

P-51D Mustang Cripes A´Mighty

 

Especificaciones North American P-51 (P-51D)

  • Origen: North American Aviation, Inc.
  • Planta motriz: Un motor lineal de 12 cilindros en V Packard V-1650-7 (Rolls-Royce Merlin serie 61 bajo licencia, refrigerado por líquido, de 1.590 hp al despegue.
  • Dimensiones: Envergadura: 11,29 m. Longitud: 9,81 m. Altura: 4,1 m.
  • Pesos: Vacío: 3.230 kg. Máximo Cargado: 5.206 kg.
  • Prestaciones: Velocidad Máxima: 703 km/h. Régimen de Ascenso: 1.060 m/min. Techo de servicio: 12.770 m. Alcance de Combate: 1.520 km. Alcance operacional con tanques auxiliares: 2.080 km. Alcance Máximo Absoluto: 3.328 km.
  • Armamento: Seis ametralladoras Browning MG53-2 de calibre 12,7 mm con 270/400 proyectiles cada una en las alas. Soportes subalares para dos bombas de 454 kg, cohetes HVAR o tanques auxiliares.
  • Tripulación: 1.

Bibliografía consultada:

VV.AA (1992). Crónica de la aviación. Barcelona: Plaza & Janés.

VV.AA. (1986). Guía ilustrada de cazas y aviones de ataque aliados de la Segunda Guerra Mundial (II). Barcelona: Ediciones Orbis.

Angelucci, E.; Matricardi, P. (1979). Aviones de todo el mundo. Tomo IV: La Segunda Guerra Mundial (II parte). Madrid: Espasa-Calpe.

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