Hace relativamente poco tuve la oportunidad de ver Aliados (Robert Zemeckis, 2016), una película de la cual principalmente había escuchado comentarios positivos acerca del buen trabajo en pantalla que desarrollaban juntos Brad Pitt y Marion Cotillard, aunque menos que los rumores que hablaban del supuesto romance que mantuvieron durante el rodaje (y que desencadenó, pareció ser, el proceso de divorcio iniciado seguidamente con su hasta entonces esposa, Angelina Jolie)
En verdad, aunque la puesta en escena es muy cuidada, y donde el vestuario, la recreación y el diseño de producción recuerda a las producciones del mejor Hollywood de los cuarenta y cincuenta, la verdad es que la primera media hora induce al espectador a que nos encontramos ante otro episodio edulcorado de una complicada relación en un entorno lleno de tensión, aunque no exento de romanticismo y atractivo sensual, como seguramente podría plantearse en la de Casablanca de 1942. La conexión entre Max Vatan, un duro agente del Servicio de Inteligencia Canadiense, y Marianne Beausejour, hermosa miembro (¿miembra?) de la Resistencia Francesa. La operación desarrollada tras las líneas enemigas termina bien para los protagonistas, ya que, además de liquidar a los nazis allí congregados, también inicia una relación amorosa que continúa cuando regresan ambos a Inglaterra. A partir de ahí, la cinta desciende en su ritmo para convertirse en un drama de la vida común de esos personas en tiempos de guerra, para volver a acelerar brusca y cruelmente cuando Vatan es informado por sus superiores de los tejemanejes de su esposa con el otro bando y ha de tomar una decisión tan dura y difícil, obligado por las circunstancias, la lealtad y, por supuesto, el gobierno. Es que inevitablemente, el argumento del doble agente es uno de los ingredientes que mejor sientan en películas de este tipo. Y Zemeckis evidentemente no es Hitchcock pero con sinceridad, y en mi humilde opinión, juega con mucha corrección en el juego con el espectador para que evalúe si realmente ella es traidora a la causa aliada, o no es más que una calumnia. No es la primera vez que este director lo ha hecho en su carrera, ya que en El Vuelo (The Flight), muestra a un Denzel Washington que lucha entre su imagen publica excelente y sus miserias existenciales. El identificarte con un buen personaje es lo que tiene. Arturo Pérez-Reverte sabe hacerlo muy bien, tal como demostró en su trilogía dedicada a su agente Lorenzo Falcó.
El protagonista involuntario de esta aprovechable cinta es uno de los aviones más fiables y mejor resueltos del último conflicto mundial. Utilizado por Vatan en sus peligrosas misiones de infiltración en la Francia ocupada, y testigo final en la trágica resolución de la película, el Westland Lysander fue un claro precursor de los aviones STOL (Short Take-Off and Landing) que tan buen rendimiento han desarrollado dese la posguerra en el plano civil y militar.
El Lysander fue concebido a principios de los años treinta como avión de cooperación con el ejército, efectuando su primer vuelo en junio de 1936. Era un robusto monoplano de ala alta y tren fijo carenado, de estructura metálica y recubrimiento textil, con un diseño en el que primaba la visibilidad, la capacidad para operar en pistas no preparadas con una carrera de despegue y aterrizajes muy corta y, lo más importante, una excepcional maniobrabilidad a baja velocidad (el límite de entrada en pérdida estaba en 56 nudos, unos 100 kilómetros por hora). Con estos argumentos, el Lysander se adaptó, como pocos, a las tareas que se le asignaron: el enlace, abastecimiento y observación/reconocimiento. En el verano de 1938 el modelo entró en servicio y un año más tarde, había siete escuadrillas equipadas con este modelo.
Sufrieron mucho en el duro año de 1940, pues en la retirada de Francia la mayoría de los aviones disponibles, dedicados al reconocimiento táctico sobre todo, acabaron siendo derribados, cuando no destruidos en tierra por la eficacia de la propia Blitzkrieg. Pero donde el Lizzie se ganó la fama y el reconocimiento de sus tripulaciones fue en las misiones de infiltración y recuperación de espías y agentes secretos en las zonas invadidas por el Tercer Reich. Entre 1941 y 1944 se efectuaron unas cuatrocientas misiones secretas, gestionadas por el SOE (Special Operations Executive), la Dirección de Operaciones Especiales creada por el Gobierno Británico para ayudar a la Resistencia, mayormente utilizando este avión, disponible en la versión Mk.III y equipando un potente radial Mercury de 870 caballos, con el que el Lysander era capaz de mantenerse en vuelo ocho horas, merced a un depósito auxiliar de combustible. En sus patas carenadas llevaba dos ametralladoras así como reflectores para poder aterrizar en lugares de fortuna sin apenas visibilidad. Dichas patas disponía, además, de sendos winglets bajo los cuales se adaptaban todo tipo de artefactos lanzables, desde granadas de pequeño tamaño a contenedores normalizados con repuestos, medicamentos o armas. Una escalerilla completaba el conjunto, permitiendo al pasajero poder acceder al avión, pintado de negro para las operaciones nocturnas, sin problemas. Casi mil setecientos ejemplares fueron construidos entre todas las versiones, incluyendo los dos centenares largos construidos por los canadienses bajo licencia. Uno de ellos será, como hemos dicho, el último y mudo testigo del desenlace trágico que esta película nos muestra, bajo la eterna lluvia inglesa.
Aunque no sea Zemeckis un genio del suspense y ni por asomo pueda acercarse a los grandes de los cuarenta en estos temas, sí que cumple como conductor de un homenaje, algo desvaído, a las películas negras del gran Hollywood de aquella época. La ambientación es muy correcta, los efectos visuales muy cuidados y están bien documentados (la escena del He 177 estrellado en las afueras de Londres tras uno de los ataques nocturnos que efectuó la Luftwaffe a principios de 1944 sobre ciudades británicas, denominado Operación Steinbock, en represalia por los ataques aliados sobre el Reich bien valen disfrutar el momento), y ambos actores (especialmente Cotillard), reflejan un glamour de tiempos pretéritos. No es, aunque lo parezca, una película romántica, ni un thriller de espías, ni un blockbuster. Es todo eso, y todo lo contrario.
- Origen: Westland Aircraft Ltd.
- Planta motriz: Un motor radial de nueve cilindros en estrella Bristol Mercury XX, refrigerado por aire, de 870 hp al despegue.
- Dimensiones: Envergadura: 15,24 m. Longitud: 9,29 m. Altura: 4,42 m.
- Pesos: Vacío: 1.980 kg. Máximo al despegue: 2.870 kg.
- Prestaciones: Velocidad máxima operativa: 341 km/h a 5.000 metros. Techo de servicio: 6.550 m. Alcance máximo: 970 km.
- Armamento: Dos ametralladoras Browning de calibre 7.7 mm en los carenados del tren de aterrizaje, ametralladora Lewis de igual calibre en posición dorsal sobre afuste móvil. Carga lanzable máxima: 235 kilos en fijación ventral o subalares.
- Tripulación: 2/3
Bibliografía consultada:
De la Quadra Salcedo, R. & Martinez Pages, I. & Martin Oar, M. & Nason C. & Apezarena, J (1989). La II Guerra Mundial (2 vols.). Madrid: Prensa Española
Angelucci, E.; Matricardi, P. (1979). Aviones de todo el mundo. Tomo III: La Segunda Guerra Mundial (I parte). Madrid: Espasa-Calpe.