Tantísimo se ha escrito sobre el poder intrínseco y propagandístico de la combinación del cazabombardero francés Dassault-Breguet Super Étendard con el misil antibuque Exocet que es difícil aportar nuevas ideas o conclusiones sobre estos mortíferos ingenios bélicos. Sin embargo, continúa siendo un atractivo tema de análisis en los círculos de profesionales militares o aficionados a la tecnología militar y a la aviación. Quizá, como la irrupción de los arqueros ingleses ante la caballería pesada francesa en Crécy en 1346, la moderna infantería móvil española del Gran Capitán en las campañas de Italia a comienzos del siglo XVI, la artillería turca en el sitio de Constantinopla en 1453 o el carro de combate en la batalla del Somme de 1916, verdaderamente la aplicación práctica de este preciso proyectil antibuque supuso una terrible sorpresa para el ejército rival, en este último caso, sorpresa para la Royal Navy, un 4 de mayo de 1982…
La gestación de los protagonistas.
Ahora que vuelve a salir en la prensa española y europea noticias referentes al eterno problema colonial de Gibraltar, un problema tan indigno y a la vez tan vergonzante para España, resurgen a modo comparativo conflictos internacionales de similar índole en los que los ingleses, verdaderos profesionales (objetivamente lo digo, sin rastro peyorativo alguno) de la argucia estratégica y la dilación diplomática, se hallan, o se hallaron metidos, durante el siglo pasado. Quizá uno de los más resonantes y conocidos por la opinión pública, por cuanto afectaba y afecta a una nación hija y hermana de España es el larguísimo Conflicto de las Malvinas. Cuando Argentina decidió embarcarse de una vez por todas en una histórica reivindicación, lo hacía con el respaldo histórico de que aquel inhóspito archipiélago correspondía en plenitud a la República Argentina por razones plenamente definidas y demostradas que aquí no analizaremos, pero que hasta ese momento Gran Bretaña había decidido ignorar, desde que en 1833 la corbeta HMS Clio tomó posesión, de forma unilateral, de aquel desolado paraje.
Sea como fuere, la Junta Militar argentina, comandada en ese momento por el teniente general Leopoldo Gualtieri, decide impulsar de forma más dura la presión diplomática para recuperar las Malvinas, con el fin, además de las causas geoestratégicas y de prestigio nacional que en libros de historia suficientemente objetivos se pueden estudiar, de desviar la atención de una opinión pública nacional cada vez más deteriorada y descontenta a una cuestión de orgullo secular argentino: con la deuda externa por las nubes, el desempleo disparado y una flagrante supresión de las libertades políticas, era fundamental para aumentar en lo posible la unidad de la sociedad argentina en torno a la reivindicación de las Malvinas. Por ello, se realiza una serie de importantes pedidos de material armamentístico de primer nivel a otras potencias: destructores Clase Almirante Brown (MEKO360) y corbetas Clase Espora (MEKO 140), a Alemania Federal, aviones de ataque ligero Aermacchi MB-339 a Italia, y, de lejos el sistema de armas que más fama adquirirá durante el conflicto, catorce cazabombarderos Dassault Super Étendard acompañados de sus respectivos misiles antibuque AM.39 Exocet.
Este cazabombardero, diseñado para operar en portaaviones como protector de la flota, ataque contra buques de superficie y fotorreconocimiento (y no necesariamente en ese orden), es una evolución económica del Dassault Étendard IVM. El avión que inicialmente estaba previsto que lo sustituyera iba a ser la versión navalizada del SEPECAT Jaguar (Jaguar M) pero desavenencias entre ingleses y franceses, promotores conjuntos del diseño del nuevo avión, condujeron a la cancelación del programa y Dassault-Breguet desarrolló un modelo mejorado, con alas modificadas (bordes de ataque optimizados y flaps ranurados en el borde de salida mejorados) para ampliar las prestaciones, un motor Atar 8K-50 más potente que el anterior 8C y una aviónica mejorada, incluyendo el sistema de radar Thomson CSF/ESD Agave, optimizado para misiones navales. Volando a gran altitud, el Agave podría localizar un gran objetivo sobre el mar a una distancia de aproximadamente 140/150 km. Sin embargo, ese rango se reducía si el avión disminuía drásticamente su cota de vuelo. Precisamente, el perfil operativo del Super Étendard en misiones antibuque requiere un vuelo a la menor altitud posible para evitar su detección, con lo cual las prestaciones del radar se reducen de modo importante, aunque hablaremos del tema más adelante.
El nuevo avión voló el 28 de octubre de 1974. La Aéronavale francesa ordenó inicialmente 60 unidades del nuevo modelo, que fueron entregadas a partir de junio de 1978, pero el aeroplano, al revés que otros productos de Dassault, no tuvo un buen mercado internacional. Tan solo la Armada Argentina decidió adquirir 14 ejemplares del Super Étendard, junto con similar número de misiles antibuque AM.39 Exocet, desarrollado por la firma francesa Aérospatiale. Desarrollado en conjunción con el nuevo avión, era una evolución del MM.38, misil que se lanzaba desde buques de superficie. El proyectil navegaba, impulsado por sus dos motores de propergol sólido, en primer lugar mediante un sistema de guía inercial giroscópico, activándose un radar activo ESD ADAC en banda X para puntería en el tramo final. Más reducido en tamaño, podía ser transportado en un ala del Super Étendard (equilibrando el avión con un depósito en el otro semiplano) pero manteniendo una potencia de fuego devastadora. Eso es lo que decían las pruebas de los polígonos de tiro, pero en breve estos temibles artefactos iban a tener la oportunidad de ser probados en acción real…
Génesis y desarrollo del Conflicto de las Malvinas.
Decimos esto porque Argentina, tras la enésima reunión bilateral con el Reino Unido con el fin esperado, esto es, el fracaso más absoluto en alcanzar algún tipo de acuerdo, decidió, de forma unilateral y, admitiéndolo, muy poco ortodoxa desde el punto de vista del Derecho Internacional, poner las cosas en su sitio: el 2 de abril de 1982, comandos anfibios y fuerzas de infantería de marina argentina, apoyados por varios destructores, corbetas y diversos navíos de apoyo, invaden las Malvinas por sorpresa y derrotan a la guarnición británica.
Denominada Operación Rosario, el movimiento había resultado exitoso a priori, tanto en la operación militar en sí como en la reacción de júbilo producida en la sociedad argentina. Los militares habían conseguido aglutinar a la opinión pública austral en una dirección y además, pensaban que los británicos, de una vez por todas, se sentarían en una mesa de negociaciones, ya que a fin de cuentas, la razón seguía asistiendo a los australes.
Pero los cálculos le salieron fatal a la Argentina. Gran Bretaña no estaba dispuesta a consentir tamaña humillación y preparó un gran contingente aeronaval rumbo al Atlántico Sur, mientras su diplomacia conseguía dejar a la nación austral totalmente sola ante las Naciones Unidas. El día 3 de abril era aprobada por el Consejo de Seguridad la resolución nº 502 presentada por los británicos el día anterior, donde se solicitaba un inmediato cese de las hostilidades y la retirada de las tropas argentinas de las islas para buscar una solución diplomática al conflicto. Hablando en plata, dejar las cosas como estaban. Además, los Estados Unidos, dubitativos en principio, tomaron parte de los ingleses, cediendo su estratégica base de la Isla de la Ascensión para reavituallamiento de la flota y aviones británicos. Por si no fuera bastante, Chile permitió a Inglaterra el uso de sus bases aéreas y Francia paralizó la venta de armamento y soporte técnico que se estaba efectuando en ese momento, y lo que es peor, facilitó toda la información tecnológica necesaria a los británicos. Derrotada en el campo de la diplomacia, Argentina respondió que cualquier diálogo se establecería a partir de los hechos consumados: la suerte del conflicto estaban echada.
Ese mismo día, Margaret Thatcher en la Cámara de los Comunes, anunció el envío de un contingente bélico británico a las Malvinas, preparándose un gran grupo de batalla encabezado por los portaaviones HMS Hermes y HMS Invincible con sus correspondientes grupos embarcados (principalmente 20 Sea Harrier FRS.1 y helicópteros Westland Sea King HAS.2 antisubmarinos y HC.4 de transporte), sus unidades de escolta y sus buques de aprovisionamiento. En total, más de un centenar de unidades.
El Harrier, el avión sobre el que recaía toda la responsabilidad de la cobertura y superioridad aérea fue uno de los aeroplanos que se licenció con nota en este conflicto. Ofrecía un concepto totalmente nuevo, al poder combinar las prestaciones de un caza convencional con las capacidades de despegue y aterrizaje vertical de un helicóptero (V/STOL), gracias a su turbina de empuje vectorial Rolls Royce Pegasus. Sus características y diseño le permitían sobrevivir en un entorno hostil y su radar Blue Fox y sus misiles infrarrojos de corto alcance AIM-9L Sidewinder lo convirtieron en el instrumento vital para el éxito de la Task Force.
Continuemos con el perfil de los recursos británicos. Además del Orden de Batalla, se organizó un gigantesco despliegue logístico con buques de la Royal Navy y civiles requisados para poder transportar los hombres y el material necesarios para el combate. Y toda esta organización se efectuó en un tiempo récord y sin esperar un posible acuerdo diplomático. Estaba claro que los ingleses iban a por todas, demostrado en la contundente reconquista de las Georgias del Sur (Operación Paraquat), islas situadas a unos 1300 km al sudeste de las islas Malvinas y defendida por una compañía de infantes de marina argentinos.
Con las Georgias reconquistadas, el grueso de la flota británica continuó su larga travesía hacia las Malvinas. Mientras tanto, la Armada Argentina había desplegado su flota en dos grupos de combate. El primero (Grupo Norte, o Grupo de Tareas 79.2) lo componía la mayor (relativa) amenaza para los británicos, el veterano portaaviones de 20.000 toneladas ARA Veinticinco de Mayo con escolta de cinco navíos, incluyendo al moderno destructor lanzamisiles ARA Santísima Trinidad. El segundo (Grupo Sur, también denominado Grupo de Tareas 79.3), estaba formado por el obsoleto crucero pesado ex-norteamericano ARA General Belgrano y su escolta de dos destructores, casi tan viejos como él. Este grupo tenía como misión interceptar los buques de apoyo que vinieran desde el Pacífico. Fue una mala idea. El 2 de mayo de 1982, tuvo que cancelarse un ataque sorpresa contra la Royal Navy por parte del grupo embarcado del Veinticinco de Mayo (aviones Douglas A-4Q, guiados desde los Grumman S-2 Tracker) cuando ya habían conseguido detectar a la flota inglesa, debido que el portaaviones argentino, no era capaz, por problemas de propulsión, de lanzarlos al aire. En esos instantes, el viejo crucero, sin adecuados sistemas de contramedidas electrónicas, fue localizado navegando en aguas internacionales por el submarino nuclear HMS Conqueror, el cual tras informar de su posición a Londres, recibió la autorización para torpedearlo y hundirlo. A las 16.02 lanzó tres torpedos Mk.8 contra el Belgrano, averiándolo mortalmente. Menos de una hora después se hundía, con un balance de víctimas argentinas de 323 marinos, por la acción bélica misma y por el posterior retraso en el rescate.
La opinión pública internacional criticó duramente la acción, ya que verdaderamente se trató de un ataque desproporcionado, rozando lo criminal, al haber atacado la Royal Navy a un viejo buque incapaz de suponer una amenaza, y además en aguas fuera de la zona de exclusión que los propios británicos habían marcado previamente. Pero lo que es más importante, supuso un golpe moral para la Armada Argentina, que decidió retirar todos sus buques del teatro de operaciones y dirigirlos a aguas continentales y menos peligrosas, incapaz de hacer frente a la poderosa armada británica. Los ingleses, libres a partir de ese momento de la amenaza naval de los argentinos, se dispusieron a preparar el definitivo asalto anfibio.
A partir del desembarco y en los días transcurridos desde la consolidación de la cabeza de playa, las fuerzas británicas sellaron el principio del fin del conflicto. Sin embargo, estas jornadas aún se vieron marcadas por el trabajo incesante de hostigamiento protagonizado por la desesperada, eficiente y heroica Fuerza Aérea Argentina. Superados por la mejor tecnología de los Harrier GR Mk.3 de la RAF y los Sea Harrier FRS Mk.1 de la Royal Navy, los pilotos de los A-4 Skyhawk, IAI Dagger y Mirage IIIEA atacaron con profesionalidad y un arrojo diabólico a la flota de desembarco británica. A pesar de no ir equipados con las armas adecuadas (principalmente usaron bombas de caída libre) y de no disponer de sistemas ECM adecuados, los cazabombarderos argentinos causaron grandes daños a la Fuerza Operativa.
Los aviones despegaban desde el continente con lo cual sus reservas de combustible eran nulas y avanzaban hacia el objetivo volando a ras de las olas y en silencio radio. Con precisión, se elevaban lo suficiente para esquivar las superestructuras de los buques y soltaban las bombas. Inmediatamente regresaban a sus bases continentales, eludiendo de todos los modos trabar combate con los Harrier, ya que, sin oportunidad de activar, salvo en contadas ocasiones, sus posquemadores por el aumento del consumo y con un armamento en desventaja, basado en el Matra R.550 Magic frente al muy superior Sidewinder AIM-9L, las posibilidades de escapar con todos los pelos en sus sitio eran bastante escasas. Las bajas fueron, evidente e inevitablemente muy altas, contabilizándose diez A-4B, nueve A-4C, dos Mirage IIIEA y once Dagger derribados, más cuatro A-4Q de la Armada (pertenecientes al Grupo Embarcado del ARA Veinticinco de Mayo), en los días que duraron los combates. Pero dieron cuenta de múltiples unidades de superficie: los destructores HMS Coventry y las fragatas HMS Antelope y HMS Ardent fueron hundidas por los aviones argentinos, así como múltiples averías de diversas consideraciones a otros buques…
El último cartucho que les quedaba a los argentinos era, como hemos visto, su fuerza aérea. Y de todos los aviones disponibles sus mejores bazas eran los Super Étendard en conjunción con los misiles AM.39 Exocet, el único sistema de armas con suficiente nivel tecnológico como para operar con éxito contra los modernos medios de la Royal Navy…
(Continuará…)
Especificaciones (Super Étendard)
- Origen: Marcel Dassault-Breguet Aviation.
- Planta motriz: Un turborreactor sin postcombustión SNECMA Atar 8K-50 de 5.005 kg de empuje
- Dimensiones: Envergadura: 9,60 m. Longitud: 14,31 m. Altura: 3,86 m.
- Pesos: Vacío: 6.500 kg. Máximo al despegue: 12.000 kg.
- Prestaciones: Velocidad máxima operativa: 1.400 km/h (1.3 Mach). Régimen de ascenso: 100 m/s. Techo de servicio: 13.700 m. Alcance con carga de combate externa: 850 km.
- Armamento: Dos cañones DEFA 552 de calibre 30 mm, con 125 proyectiles cada uno, en el fuselaje. 6 puntos de anclaje (4× pilones subalares y 2× bajo el fuselaje) con una capacidad máxima de carga de 2.100 kg en configuraciones distintas. Preferentemente: 1 misil antibuque Aérospatiale AM.39 Exocet. 2 misiles de corto alcance aire/aire guiados por infrarrojos Matra R.550 Magic
- Tripulación: 1
Bibliografía consultada:
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