Sobrevivir a seis mil metros sin paracaídas: la asombrosa historia de Nicholas Alkemade

Nicholas Alkemade salta de su incendiado Lancaster con la certeza de una muerte casi segura pero al menos evitando el morir abrasado, inicia una vertiginosa carrera de seis mil metros hacia el suelo

Nicholas Alkemade salta de su incendiado Lancaster con la certeza de una muerte casi segura pero al menos evitando el morir abrasado, e inicia una vertiginosa carrera de seis mil metros hacia el suelo.

Quizás sea esta una de las historias que merecen ser contadas en las épocas navideñas. Pero como ya nos coge un poquito pasada y todavía hace suficiente frío, os la relato porque de verdad merece la pena conocer. De la muchas historias sorprendentes que leí en mi juventud sobre la Segunda Guerra Mundial, hazañas, casualidades y, llámese como quiera, «milagros», ésta es una de las que más recuerdo y aprovecho para releer en una preciosa trilogía de libros de bolsillo llamada Hazañas y secretos de la II Guerra Mundial y que conservo celosamente.

Se trata de la historia del sargento de la RAF Nicholas Alkemade, que sobrevivió a un terrorífico salto sin paracaídas desde su incendiado bombardero a 6.000 metros de altura, una noche de marzo de 1944. Parece ciencia ficción, y verdaderamente es difícil de explicar, pero la historia es real y está perfectamente contrastada.

Hace treinta años se editaba una historia bien diferente, basada en los datos fehacientes y en la información lo más pormenorizada posible. Ahora, en mi opinión, entra más el debate, la suposición y el desglose antropológico. No es mejor ni peor, simplemente es que es diferente y que lo anterior lo echo mucho de menos. De esta manera, historias como la que sigue eran muy detalladas en las «otras» Historias de la Segunda Guerra Mundial.

El Sargento de la RAF Nicholas Alkemade

El Sargento de la RAF Nicholas Alkemade

Pues entremos en harina. Nuestro protagonista, llamado Nicholas Alkemade, era un joven sargento de 21 años de la Royal Air Force que servía como artillero en uno de los famosos bombarderos pesados Avro Lancaster, con los que británicos y norteamericanos estaban machacando el Reich alemán, sin dar tiempo para treguas ni a las defensas alemanas ni a la atribulada población civil. En la noche del 24 al 25 de marzo de 1944, Alkemade despegó a bordo de su Lancaster Mk.II, bautizado como S-for Sugar y perteneciente al 115º Escuadrón de Bombardeo, rumbo a Berlín, junto a 299 bombarderos más. La unidad, creada en 1917, era de las escasas que contaban con la versión Mk.II del gran cuatrimotor británico, que se diferenciaba principalmente del resto de congéneres por sus motores. Fabricados por la Armstrong Whitworth Aircraft, disponían de los grandes radiales Bristol Hércules, en lugar de los famosísimos e inmortales Rolls-Royce Merlin, ya que en el momento de su fabricación el suministro de motores Merlin era prioritario para los cazas. Incluso algunas series Mk.II dispusieron de la insatisfactoria torreta defensiva ventral FN-64 (su carencia fue quizás el mayor defecto o punto débil de este inmortal y fiable aeroplano), pero el S-for Sugar no era de esas unidades. Además de cuatro ametralladoras repartidas entre el morro y la parte dorsal, el mayor cono de fuego se situaba en la cola del avión, donde el artillero de cola manejaba las cuatro ametralladoras restantes. Y precisamente Alkemade era el operador de dichas armas en el S-for Sugar. Su posición era la menos envidiable de todas, ya que, además de la lejanía de sus compañeros, el espacio disponible en aquella burbuja de plexiglás era muy estrecho e incómodo, atiborrado de municiones. Así que no es de extrañar que su paracaídas quedara fuera de aquel cubículo.

Armeros aprovisionan mediante un tractor de la mortífera carga para este Avro Lancaster Mark II, LL725 'EQ-C', perteneciente al 408 Escuadrón de las Reales Fuerzas Aéreas Canadienses (RCAF), en el aeródromo de Linton-on-Ouse, Yorkshire. El remolque lleva una bomba de demolición de 4.000 libras HE (High Explosive) denominada como "Cookie" y acompañada por contenedores de combas incendiarias. Este bombardero fue derribado en una misión nocturna sobre Hamburgo el 28/29 de Julio de 1944 (Imperial War Museum)

Armeros aprovisionan mediante un tractor de la mortífera carga para este Avro Lancaster Mark II, LL725 ‘EQ-C’, perteneciente al 408 Escuadrón de las Reales Fuerzas Aéreas Canadienses (RCAF), en el aeródromo de Linton-on-Ouse, Yorkshire. El remolque lleva una bomba de demolición de 4.000 libras HE (High Explosive) denominada como «Cookie» y acompañada por contenedores de combas incendiarias. Este bombardero fue derribado en una misión nocturna sobre Hamburgo el 28/29 de Julio de 1944 (Imperial War Museum)

Tras despegar y alcanzar el punto de reunión, la gran formación de bombarderos atravesó el Mar del Norte y se adentraron en el espacio aéreo alemán, manteniendo una altitud constante de 6.000 metros. Tras recibir un leve fuego antiaéreo al sobrevolar Frankfurt, los aviones empezaron a sufrir las defensas antiaéreas de la capital berlinesa. Cazabombarderos nocturnos, potentes reflectores y cañones antiaéreos convergieron sobre la formación. Sin embargo, los pesados cuatrimotores llegaron a su objetivo sin problemas y descargaron su mortífera carga de bombas. A continuación, viraron sobre sus pasos y emprendieron el regreso a Inglaterra. Con ellos iba el S-for Sugar. Pero poco después, un caza nocturno bimotor (NachtjägerJunkers Ju 88G-6, se acercó sigilosamente por detrás y desde abajo y abrió fuego contra el bombardero. Tal que así era la táctica de ataque alemana para derribar los robustos cuatrimotores británicos.

Múltiples impactos de munición de cañón golpearon el fuselaje e inmediatamente el enorme avión, alcanzado mortalmente, empezó a descontrolarse y a caer, con fuego a bordo. Mientras tanto, Nicholas Alkemade enfiló a otro caza nocturno que se acercaba rápidamente y logró alcanzarlo en el motor izquierdo, salvando momentáneamente al S-for Sugar. Pero a continuación, la tripulación oyó la nerviosa voz del piloto, el teniente Jack Newman: ¡Tendréis que saltar! ¡fuera, fuera!

Torreta de cola Nash & Thompson FN120, con cuatro ametralladoras Browning que equipaba a los Avro Lancaster británicos. Era la posición defensiva más importante del avión.

Torreta de cola Nash & Thompson FN120, con cuatro ametralladoras Browning que equipaba a los Avro Lancaster británicos. Era la posición defensiva más importante del avión.

Alkemade soltó los gatillos de sus ametralladoras y miró hacia atrás para descubrir horrorizado que su paracaídas estaba ardiendo y que no llevaba uno de reserva. Es difícil describir qué sentimientos de puro miedo, resignación y tristeza acometieron al joven aviador en aquel instante, pues le invadió la lógica certeza de que se enfrentaba a una muerte segura. Como después contaría, ya terminada la guerra, a un grupo de periodistas: Mi estómago pareció desprenderse de mi cuerpo. Sabía que iba a morir. Me dije «se acabó»…

Así que en escasos segundos, Nicholas Alkemade barajó sus dos alternativas: O quedarse en el avión en llamas hasta que se estrellara, o saltar. Prefiriendo una muerte más indolora y limpia que asarse vivo, el joven sargento apartó lo que pudo sus cuatro Browning y saltó desde unos impresionantes seis mil metros de altura…

Tras los primeros instantes de temor, y tal como contó en la rueda de prensa organizada por la RAF en mayo de 1945, le invadió una sensación de alivio y paz. Era una sensación de tranquilidad, como acostarse en una nube…como estar tumbado en un colchón muy blando. Cayendo boca arriba, y mirando el cielo despejado y cuajado de estrellas, en medio de un silencio irreal, dedicó sus últimos pensamientos a su novia, Pearl, y luego perdió el conocimiento…

Motores de babor de uno de los 300 Lancaster Mk.II fabricados. La carencia de stock de los magníficos motores lineales Merlin obligó a instalarles estos radiales Bristol Hércules. Este lote salió de las plantas de Armstrong Whitworth en Newcastle.

Motores de babor de uno de los 300 Lancaster Mk.II fabricados. La carencia de stock de los magníficos motores lineales Merlin obligó a instalarles estos radiales Bristol Hércules. Este lote salió de las plantas de Armstrong Whitworth en Newcastle.

Cuando Alkemade recuperó la consciencia, notó que, ya que estaba en la otra vida, sentía el mismo frío que el momento en que saltó de su incendiado Lancaster. Abrió los ojos y vio un cielo lleno de estrellas, mientras él permanecía boca arriba sobre medio metro de nieve en un bosque de abetos. Miró su reloj de pulsera. Las 03.10 de la madrugada. Era increíble. ¡Estaba vivo!

Una impresionante suerte se había aliado con el muchacho. En vez de caer sobre peñascos o simplemente, en el campo, Alkemade había caído sobre unos altos y fuertes abetos, cuyas ramas habían amortiguado su caída. Además, el tiempo invernal había acumulado toda aquella nieve blanda que hicieron el resto. Aún así, muchos científicos estudiaron el caso y siguieron planteando muchas dudas de que tal cúmulo de circunstancias volviera a repetirse, por muy posible que fuera. En otras palabras, una suerte de uno entre un millón o un auténtico milagro…

Nicholas Alkemade se incorporó y comprobó que ni siquiera tenía nada roto. Tan solo una torcedura en la rodilla derecha y leves quemaduras tras su cercanía a las llamas que devoraron su torreta. Así que encendió un cigarrillo (el que no le haya apetecido encender un pitillo después de una enorme descarga de adrenalina que tire la primera piedra) e hizo sonar su silbato reglamentario para ser capturado. Pues, como relató después, la perspectiva de convertirme en prisionero de guerra no me pareció tan mala. Quería que me encontraran.

Impresionante imagen de un bombardeo de la RAF sobre el Pasode Calais, el 20 de julio de 1944 (www.lancaster-archive.com)

Impresionante imagen de un bombardeo de la RAF sobre el Paso de Calais, el 20 de julio de 1944 (www.lancaster-archive.com)

Poco después algunos hombres armados localizaron al aviador y lo llevaron a un hospital, ya que volvió a perder la consciencia. La cosa, sin embargo, empezaba a torcerse porque cuando al despertar y decirles como pudo que se trataba de un aviador británico pero no tenía paracaídas, simplemente los alemanes no podían creerlo. ¿Quién podía creerse que un tipo había saltado de un avión desde seis mil metros de altura y había sobrevivido ileso al impacto? Rápidamente creció la opinión de que se trataba de un enajenado mental, o lo que era peor para su integridad, que se trataba de un espía o saboteador aliado. La verdad es que el riesgo de que fuera fusilado era muy alto. Trasladado al campo de prisioneros de Dalag Luft, cerca de Frankfurt, fue sometido a largos interrogatorios, en el que una y otra vez intentaba contarles su casi inverosímil historia. Pero la suerte iba a seguir estando de su parte. Enterado de que habían sido localizados unos restos de un Lancaster cerca del lugar donde fue capturado, Alkemade logró convencer al teniente de la Luftwaffe Hans Feidel para que buscara en los restos del bombardero su paracaídas y así demostrar que no se trataba de un espía, sino de un auténtico sargento de la RAF que por un capricho del destino o la protección divina había escapado de una muerte casi segura.

Feidel acudió al lugar donde se encontraban los restos del Lancaster, no lejos de Berlín y halló en la cola el arnés del paracaídas. Una vez en el Dalag Luft, Alkemade pudo demostrar que era el suyo y todos quedaron sorprendidos que la historia era cierta. ¡Aquel joven suboficial británico había saltado de su avión a seis mil metros de altura sin paracaídas y había sobrevivido ileso! Nicholas Alkemade se convirtió instantáneamente en una figura legendaria y respetada por aviadores prisioneros pero también por sus captores alemanes. En aquella guerra inhumana y horrible, milagros así eran capaces de producirse.

Aún antes de acabarse la guerra, varios aviadores de la RAF regalaron a Alkemade una biblia en cuyas guardas figuraba transcrito el texto del documento firmado por los oficiales alemanes y corroborado por varios oficiales que atestiguaba su increíble historia:

Dalag Luft Se ha investigado y comprobado por las autoridades alemanas que la afirmación hecha por el sargento Alkemade, 1431537 R.A.F., es verídica en todos sus detalles, esto es, que se arrojó desde una altura de 6000 metros sin paracaídas y llegó al suelo sano y salvo, su paracaídas se incendio en el avión. El sargento Alkemade cayó sobre una gruesa capa de nieve en medio de unos abetos. Testigos: H.J. Moore, Teniente Primero, oficial británico de más alta graduación, R.R. Lamb, 1339582, Sargento Primero, T.A. Jones, 411, suboficial británico de más antigüedad. Fecha: 25/4/44.

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Especificaciones Avro 683 Lancaster Mk.II:

  • Origen: Licencia de fabricación A.V. Roe Ltd. para Sir W G Armstrong Whitworth & Co Ltd.
  • Planta motriz: Cuatro motores radiales de 14 cilindros en doble estrella y válvulas en camisa Bristol Hércules VI, refrigerados por aire, de 1650 hp. al despegue cada uno.
  • Dimensiones: Envergadura: 31,1 m. Longitud: 21,1 m. Altura: 5,97 m.
  • Pesos: Vacío: 16.705 kg. Máximo al despegue: 30.800 kg.
  • Prestaciones: Velocidad Máxima: 462 km/h. Velocidad de crucero: 338 km/h. Velocidad de trepada: 3,7 m/s. Techo de servicio: 7.467 m. Alcance en combate con máxima carga: 2.675 km.
  • Armamento: Torreta de proa y dorsal con dos ametralladoras Browning M2 AN de 7.7 mm (.303 cal) cada una. Torreta de cola con cuatro ametralladoras Browning M2 AN de 7.7 mm (.303 cal). Carga máxima de bombas: 6.350 kg en bodegas internas en configuración estándar (9.979 kg con modificaciones).
  • Tripulación: 7.

Bibliografía consultada:

VV.AA. (1986). Guía ilustrada de bombarderos de la Segunda Guerra Mundial (I). Barcelona: Ediciones Orbis.

Angelucci, E.; Matricardi, P. (1979). Aviones de todo el mundo. Tomo IV: La Segunda Guerra Mundial (I parte). Madrid: Espasa-Calpe.

Romaña, J.M. (1990). Hazañas y secretos de la Segunda Guerra Mundial (Tomo III). Bilbao: Ediciones Mensajero.

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5 thoughts on “Sobrevivir a seis mil metros sin paracaídas: la asombrosa historia de Nicholas Alkemade

    • Según las varias fuentes bibliográficas que consulté, fueron cuatro (incluyendo al comandante del Lancaster), los fallecidos aquella noche. Gracias y un saludo

      • Leí esa historia en Selecciones de reader digest en mi infancia, posiblemente en 1954. Me impresionó mucho. Hace instantes §e la leí a mi nieto de 9 años, que también se asombró.
        Deseo saber que fue después del aviador. Salió del campo de prisioneros? Volvió a combatir como el capitán Bayer?

        • Estas historias sobre temas de la guerra parece que han caído en el ostracismo. Es cierto, aquella publicación contenía deliciosos relatos de este tipo, e historias de accidentes aéreos han estado en ella desde las primeras lecturas en vetustos ejemplares de los años sesenta. Si encuentro más información sobre el tema, prometo actualizarlo. Gracias y un saludo.

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