Aviación y Cine (XV): Porco Rosso

Porco Rosso calienta motores a bordo de su estilizado Savoia S.21, mostrando su parecido con el Macchi M.33 que compitió en la Copa Schneider de 1925 (http://movies.mxdwn.com)

Porco Rosso calienta motores a bordo de su estilizado Savoia S.21, mostrando su parecido con el Macchi M.33 que compitió en la Copa Schneider de 1925 (http://movies.mxdwn.com).

No puedo negar que se trata éste de un post algo especial, ya que, justamente cuando en días festivos como éstos de estar con los que se quiere y añorar a los que faltan, es justo que tuviera mucho de sentimientos, recuerdos y vivencias en la ya cada vez más lejana juventud, que sin embargo mantiene la frescura de entonces. Quizá sea porque, como la aviación propiamente dicha, conserva muy vivos las ilusiones e ideales que se van apagando cuando la madurez nos muestra la crudeza de la vida real. Los libros que de aquella época conservo, los detalles leídos en sus páginas, saboreado en sus imágenes y recordado en muchas noches de vigilia, más de una vez desatendiendo las obligaciones de estudiante, merecen más de un bonito guiño. Hay muchos libros y muchas películas ya enterradas, pero el tiempo me ha devuelto una de las que más sonrisas me siguen produciendo, y que con los años puedo seguir disfrutando como entonces: bajo un título sorprendente, casi risible, se esconde uno de los homenajes a la aviación en su época más aventurera. Porco Rosso es su título. Continue reading

La Guerra del Fútbol: 50 años después

Tripulación de un Corsair FG-1D salvadoreño, entre ellos el Capitán Reynaldo Cortez, muerto en combate aéreo con el capitán hondureño Fernando Soto, el 17 de julio de 1969 (FAS).

Tripulación de un Corsair FG-1D salvadoreño, entre ellos el Capitán Reynaldo Cortez (centro), muerto en combate aéreo con el Capitán hondureño Fernando Soto, el 17 de julio de 1969 (FAS).

En 1969, cuando el mundo de la aviación mostraba que un pasajero podría volar más rápido que el sonido a bordo del novísimo Concorde, la tripulación del Apolo XI se acercaba a la órbita de la luna para poner un pie en su superficie y dar el gran paso para la humanidad, y que al otro lado del Atlántico el gigante norteamericano Boeing acababa de hacer volar al avión de pasajeros más grande del mundo, el tetrarreactor 747; cuando en Vietnam la USAF y la aviación norvietnamita se enfrentan en la noche con reactores supersónicos como Phantoms y MiGs, hubo un extraño conflicto armado en Centroamérica entre El Salvador y Honduras provocado por la creciente tensión fronteriza y poblacional entre ambos y cuyo detonante fue una eliminatoria entre sus dos selecciones de fútbol para la Copa del Mundo de 1970. Un conflicto armado que en el aire enfrentó por última vez en la historia  a aviones de combate con motores de pistón: Fue la llamada Guerra de las Cien Horas, Guerra del 69, Guerra de Legítima Defensa, o, como se conoce internacionalmente, aunque sin razón verdadera (porque siendo el detonante, no fue el causante real, como veremos) como Guerra del Fútbol. Y esta es la historia.

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El Extraño Vuelo de Rudolf Hess

El Reichsleiter Rudolf Hess se prepara en las instalaciones de la Messerschmitt en Augsburgo para subir al Bf 110 que lo llevaría a Escocia (http://warfarehistorynetwork.com).

El Reichsleiter Rudolf Hess se prepara en las instalaciones de la Messerschmitt en Augsburgo para subir al Bf 110 que lo llevaría a Escocia (http://warfarehistorynetwork.com).

De entre los muchos interrogantes que cubren todas las guerras que han acontecido en la loca historia de la Humanidad, quizá los que incumben a los conflictos de nuestro siglo son los más debatidos y estudiados. Supongo que por dos razones. En primer lugar, la cierta abundancia de información disponible, procedentes de fuentes primarias. En segundo lugar, y no menos importante, la relativa cercanía de sus protagonistas en el tiempo lo hacen más atractivos y polémicos, imagino porque el componente de morbo les afecta en mayor grado.

Durante la Segunda Guerra Mundial estos interrogantes o enigmas han sido múltiples y variados, tratándose del conflicto bélico cuya bibliografía es más abundante. Y a pesar de todos los esfuerzos, aún quedan muchos enigmas aun pendientes de resolver, bien porque sus protagonistas nunca dejaron constancia de sus actos, porque fueron silenciados o porque nunca se ha querido revelar, por razones que se nos escapan.
Una de estas extrañas historias comienza en 1941, en una base aérea de la Luftwaffe en Augsburgo, en Baviera. Un bimotor Messerschmitt Bf 110E-1 se encuentra listo para despegar, cargado de combustible. Aunque normalmente lleva una tripulación de dos hombres, en esta ocasión solo sube a la carlinga una persona. Se trata de Rudolf Hess, lugarteniente del Führer y número tres en la escala de la pirámide del Tercer Reich. Pocas personas sabían que se disponía a realizar uno de los viajes más extraños y controvertidos de la Historia de la Segunda Guerra Mundial.

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Incidente Mechelen: Oportunidad Aliada Perdida en la «Guerra de Mentira»

Restos del Bf 108 accidentado en las cercanías de Maasmechelen

Restos del Bf 108 accidentado en las cercanías de Mechelen-sur-Meuse.

10 de enero de 1940. Soldados de un puesto fronterizo, situado cerca de la ciudad belga de Mechelen-sur-Meuse (Mechelen-aan-de-Maas en holandés), junto al río Mosa, acuden a inspeccionar un pequeño avión que al parecer ha caído en un campo próximo. Se trata de un Messerschmitt Bf 108 Taifun de enlace, del que han descendido dos militares alemanes y que, ante los sorprendidos ojos de un campesino que ha acudido a ayudarles, están procediendo desesperadamente a quemar unos documentos que parecen de contenido especialmente importante…

Así comienza el que se denominó como Incidente Mechelen y que, según algunos historiadores, fue un regalo desaprovechado del destino que, de haber sido bien empleado, pudo haber cambiado el curso de la Batalla de Francia y en consecuencia, el de los acontecimientos en el Frente Occidental.

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Golondrinas contra Fortalezas: Teruhiko Kobayashi y el Kawasaki Ki-61 Hien

l Capitán Teruhiko Kobayashi posa delante de su Kawasaki Ki-61-I Hien,en el aeródromo de Chofu. Su unidad, el 244º Sentai era una de las unidades más veteranas dedicadas a la protección del espacio aéreo nipón.

El Capitán Teruhiko Kobayashi posa delante de su Kawasaki Ki-61-I Hien,en el aeródromo de Chofu. Su unidad, el 244º Sentai, era una de las unidades más veteranas dedicadas a la protección del espacio aéreo nipón.

3 de diciembre de 1944. Una formación cerrada de 86 Superfortalezas vuela en dirección a Tokio procedente de Saipán. De pronto, a las 14.16 horas (hora local), un interceptor Kawasaki Ki-61 ataca desde lo alto al bombardero situado en cabeza (B-29-41-BW, matrícula 42-24656 y bautizado como  Rosalía Rocket), impactando en los motores 2 y 4 al instante. Inmediatamente, el pesado bombardero empieza a perder altura y velocidad y se sale de la formación. Rodeado por hasta una docena de cazas japoneses que lo atacan como lobos, el B-29 cae en ángulo de 80 grados a tierra. Nueve de sus tripulantes logran saltar del avión. Uno de los pilotos que logró alcanzar de muerte al bombardero fue Teruhiko Kobayashi. Y es que, a finales de 1944, el capitán Kobayashi se iba a convertir, con solo 24 años, en el jefe de regimiento más joven que volaba en las Fuerzas Aéreas del Ejército Japonés, al mando del 244º Sentai. En la orgía de fuego que se habían convertido las ciudades del Japón debido a las cada vez más precisas y destructivas incursiones de los B-29 Superfortress americanos, Kobayashi fue uno de los escasos aviadores capaz de derribar un número significativo de aquellos gigantescos bombarderos, y sobre todo, vivió para poder contarlo. Hablamos de él y de su montura, el esbelto Kawasaki Ki-61 Hien (Golondrina)…
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Anécdotas e Historias Aeronáuticas del Empire State Building

El Empire State sobresale de entre la niebla envuelto en humo, tras la colisión de un B-25 contra su cara norte, a la altura del piso 79 (http://www.huffingtonpost.co.uk/)

El Empire State sobresale de entre la niebla envuelto en humo, tras la colisión de un B-25 contra su cara norte, a la altura del piso 79, un 28 de julio de 1945. (http://www.huffingtonpost.co.uk/)

Los grandes rascacielos son una de mis grandes debilidades. Sorprenden e imponen, y como los grandes castillos  y catedrales del medievo, muestran sin rubor el estatus y el poder de sus propietarios o de sus constructores. La altura fue, y sigue siendo, su mayor argumento de prestigio, y muchas veces también ha terminado siendo su perdición. Nueva York, la ciudad de ciudades, tiene los ejemplos más famosos y formidables: El One World Trade Center, inaugurado en 2013, junto al espacio de las malogradas Torres Gemelas, el MetLife Building, hogar de halcones peregrinos y construido para la entonces todopoderosa PanAm en 1963, el Metropolitan Life Tower, inspirado en la Plaza de San Marcos de Venecia y el más alto del mundo cuando se acabó en 1909, y mi favorito, el Chrysler Building, una preciosidad Art Decó que representa el poderío del gigante automovilístico americano, mostrando elementos de los automóviles de aquella época, precisamente en los estertores de aquellos «felices veinte». Tapacubos y emblemas de radiador, brillantes en metal pulido. Busquen por Internet y entenderán lo que les digo.

Sin embargo, ninguno de ellos ha sido capaz de eclipsar al más famoso de todos, uno de los símbolos de la ciudad (usted perdone, Miss Liberty) y posiblemente uno de los primeros en el inconsciente de los norteamericanos. Maravilla de la ingeniería y ejemplo de toda una época, legado del ser humano capaz de superar, cuando se lo propone, todas las dificultades que se encuentre. Mil veces fotografiado y otras tantas filmado, protagonista directo o indirecto del celuloide…efectivamente, hablamos del Empire State Building. Continue reading